La DEA y la Fuerza Naval de Honduras detectaron y detuvieron un narcosubmarino a mediados de julio en la costa de Gracias a Dios. Cuando lo encontraron, sus tripulantes quisieron eliminar toda evidencia. Hay una imagen en internet que evoca el momento en que unos sujetos salen por la escotilla superior mientras la nave comienza a hundirse en el mar. Tras 17 días de labores de rescate con buzos y equipos de sonar, el submarino salió a flote con su preciada carga. El gobierno y la prensa hondureña no tardaron en calificar esto como el más duro golpe contra el narcotráfico en la historia del país.
Mientras estuve en Honduras, en la semana del rescate del narcosubmarino, la noticia más comentada no era otra sino esa nave, que llevaba 6.6 toneladas de cocaína valorada en $330 millones. Eso es plata. Mucha plata.
La cifra fue portada de La Prensa de Honduras el sábado 30 de julio. La leí en el aeropuerto Golosón, horas antes de mi regreso a Tegucigalpa, después de una intensa jornada con policías que investigan homicidios en Atlántida, el departamento más violento de Centroamérica. Que la droga que llevaba esa nave fuera valorada en esa cantidad me habría importado poco si no hubiera tenido una conversación con una fuente al inicio de esa semana.
Con la fuente me reuní dos días antes de viajar a La Ceiba, la cabecera departamental de Atlántida. De la fuente solo puedo decir que conoce la región, que trabajó en el gabinete de Seguridad en la administración del depuesto Mel Zelaya y que por su antiguo trabajo tiene contactos que saben cómo operan los malos en casi todas las regiones de este país centroamericano.
Nos citamos en un restaurante famoso por sus mariscos en la capital, Tegucigalpa. Él pidió camarones empanizados, y yo una sopa de mariscos. 'Es la mejor de Tegucigalpa. Buena elección', me dijo. Luego hablamos de Honduras después del golpe de Estado y luego de lo obvio: del bendito narcosubmarino y de lo infiltrada que estaba Honduras. 'Pero ese submarino es solo la punta del iceberg', me dijo la fuente. 'Están por todos lados: en Olancho y Colón aterrizan narcoavionetas, en Gracias a Dios también, pero allá llegan más lanchas, por mar...'
'En Yoro compran extensas propiedades y encaletan armas, según reportó la prensa hace dos semanas', le dije. 'Es que están por todos lados', cerró la fuente, y luego soltó el comentario en el que hasta ahora reparo, luego de leer que el narcosubmarino traía 330 millones de dólares en cocaína.
'Nuestros dirigentes celebran lo que es una franca burla de los norteamericanos', me dijo esa fuente en aquella ocasión, en aquel restaurante visitado por diputados y empresarios de altos quilates. 'Obama vino a ofrecer 200 millones de dólares y nadie se quejó por esa burla. Lo ofreció en tu país y tu presidente bien contento. Luego, ninguno de los otros dijo nada. Nadie dijo que Obama y Estados Unidos se están lavando las manos: nos están viendo la cara y nadie dijo nada. Ese ofrecimiento es como que dijeran: ahí vean cómo resuelven, pero yo no haré nada por frenar el consumo en mi propia casa'.
En marzo de 2011, en el marco de su visita a El Salvador, Barack Obama prometió que apoyaría a Centroamérica en su combate al crimen organizado y al narcotráfico y ofreció 200 millones de dólares. 'En lugar de que Estados Unidos venga a decir que esta es la mejor forma de hacer las cosas, queremos escuchar cuáles son las iniciativas de cada país', dijo Obama.
Obama ofreció $200 millones para toda la región, y cuatro meses después lo que cargaba un narcosubmarino, traducido en dólares, habla de cuán poderoso es el narcotráfico. ¿Cuánta droga había metido ese narcosubmarino a Centroamérica? ¿Solo es esa nave o hay más? ¿Era su primer viaje? ¿Cuánto dinero proveniente de la droga que a lo mejor ya entró no estará tentando a nuestras autoridades de seguridad, a las que $200 millones repartidos no les resolverán absolutamente nada? Solo el presupuesto total del Ministerio de Seguridad en El Salvador –para 2011– se asoma más al valor de la droga del narcosubmarino que el regalo otorgado por el gobierno más poderoso del mundo del país más consumidor de drogas del mundo a la región más violenta del mundo.
(Tegucigalpa, Francisco Morazán, Honduras. Julio de 2011)