Bitácora /
Matarlos a todos

No son pocas las voces que se desahogan diciendo que la única manera de acabar con los pandilleros es matarlos a todos. ¿Y por qué no?


Fecha inválida
Óscar Martínez

Las generales de la señora son estas: unos 60 años; ex comando urbano de la guerrilla durante la guerra civil salvadoreña; pelo castaño y largo, con mechas rubias; hoy migrante con papeles en Estados Unidos; conductora de un carrito cargador en un almacén; aún con pronunciado acento salvadoreño; ex residente en la colonia Zacamil de Mejicanos; ahora con vestido sencillo, de flores de color sobre fondo negro; sandalias negras, sencillas también; quince años sin haber regresado a El Salvador.

Estoy en la Universidad de California en Los Ángeles, a punto de iniciar una charla sobre la migración centroamericana a través de México. La señora me ha sacado plática sobre cómo está El Salvador. Dije algo así como que muy jodido. La señora preguntó que si lo de las pandillas está jodido. Yo le respondí que está jodido. Preguntó que si hay muchos. Contesté que hay muuuuchos. Me preguntó que por qué aún no hemos conseguido matarlos a todos. Me encogí de hombros.

Le contesté con el gesto que uno le contesta a un niño pequeño ciertas preguntas: ¿y por qué es tan roja tu camisa? Con el gesto que uno le contesta al amigo impertinente en el cine: ¿ese es el asesino, verdad? Con el gesto que un periodista contesta por las noches la incómoda pregunta: ¿a qué horas vas a terminar esa crónica?

Pero ni pequeño ni impertinente ni molesto. Esto va más allá. La señora preguntó por qué hemos tardado tanto en matar a más de 60 mil personas en el minúsculo país. Esa pregunta tiene eco. No digamos que no, porque sí. Suena en las redes sociales, en comentarios de lectores a notas sobre pandillas, en habladurías de bar. Y me atrevo a decir que el eco con el que suena en las cabezas de mucha gente retumba con más gravedad que la que se pronuncia.

Volvamos a la pregunta de la señora. ¿Por qué no matamos a una cantidad de personas similar a la mitad de las que mató la bomba que cayó sobre Hiroshima? ¿Por qué no asesinamos de tajo al equivalente al 80% de las víctimas que en doce años nos costó nuestra guerra civil? ¿Por qué no arrasamos con un grupo de gente que representa la sexta parte de la población total de Belice?

La respuesta sencilla sería que porque seríamos unos bárbaros, pero esa parece no gustar. A mí se me ocurren algunas. Y propongo que a ustedes se les ocurran más.

1. Repito, porque seríamos unos bárbaros.

2. Porque las autoridades apenas están empezando a entender qué es la Mara Salvatrucha y qué es el Barrio 18.

3. Porque, aunque un gobierno imaginario tuviera la capacidad sicótica y armada de hacerlo, estaríamos hablando de una mediana guerra civil, de algunos años en los que el combate sería fuego abierto en las calles. Y, como bien nos alecciona México, el enemigo de un fuego intenso se adapta y repele con el mismo fuego intenso.

4. Porque no sería exactamente militares y policías contra pandilleros; sino, más bien, militares y policías contra pandilleros, contra militares-pandilleros, contra policías-pandilleros.

5. Porque si los absurdos y mal llamados planes Mano Dura nos han enseñado que a ese nivel de represión la pandilla se unifica más, habría que imaginar lo que pasaría de decretarles muerte directa.

6. Porque asesinarían a un montón de niños.

7. Porque no sería el Gobierno salvadoreño contra las pandillas salvadoreñas, sino también contra las mismas pandillas en Guatemala y Honduras.

8. Porque… ¿y los Trasladados, La Raza, la Máquina, los Sureños que ya están de vuelta en pequeñas pandillitas, la Mao Mao, también serían objetivos?

9. Porque… y las oenegés que, algunas bien otras mal, trabajan con pandilleros, ¿también serían objetivo?

10. Porque… y las mamás de los pandilleros que, por amor materno, han escondido a sus hijos en redadas policiales, ¿también serían objetivo?

11. Porque… ¿y sus mujeres e hijos? ¿Y sus hermanos?

12. Porque… y los fiscales, jueces y abogados corruptos que trabajan con la pandilla, ¿también?

13. Porque… ¿y los policías que las armas que decomisan a una pandilla se las venden a la otra?

14. Porque… ¿y los custodios de las cárceles? ¿Los adolescentes de las pandillitas estudiantiles? ¿Los testigos criteriados? ¿Los grupos del crimen organizado que los ocupan de sicarios? ¿Las autoridades de alto nivel que colaboran con esos grupos? ¿Los alcaldes y alcaldesas que colaboran con ellos? ¿Los asesores del Gobierno estadounidense que en 1988 con su plan de deportación nos mandaron a los primeros palabreros? ¿Y los pastores evangélicos que los reciben en sus iglesias? ¿Y los periodistas que durante tantos años no cumplimos nuestro trabajo de alertar sobre las pandillas, de explicarlas?

15. Porque… ¿quedaría alguien vivo en el país?

(Los Ángeles, California, Estados Unidos. Mayo de 2012)

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