Crónicas y reportajes / Impunidad
El extraño caso de la mujer que rejuveneció 15 años

El penúltimo día de marzo de 2012, Delmy desapareció en Ahuachapán. A sus 40 años, tenía el cabello oscuro y le faltaba una muela. Una semana más tarde aparecieron unos restos humanos, la Fiscalía hizo pruebas de ADN y dictaminó: es Delmy y está muerta. La familia rechaza esa conclusión, pues según lo hallado, los restos corresponden a una mujer de un máximo de 25 años de edad, con cabello rubio y con todas las piezas dentales.


Fecha inválida
Daniel Valencia Caravantes

1 de febrero. Año 2013. El Salvador.

Frente al laboratorio genético del Instituto de Medicina Legal, en San Salvador, una mujer y un hombre discuten por unos huesos. La mujer es más alta que el hombre, usa lentes y tiene la piel oscura. Tiene aires de autoridad. Luz de María Chicas es una fiscal, y dice:

—Esos restos son los de la Señora.

El hombre se inquieta cuando la escucha. El hombre es pequeño, delgado y se está quedando calvo. Su nombre es Carlos Cabeza y la Señora de la que habla la fiscal es (o fue) su esposa. El hombre, cuando habla, no le mira a los ojos a su interlocutora. Se encorva. Quiere hablarle a ella pero las palabras y la vista se le resbalan hacia el suelo. Es como si le tuviera miedo o pena.

—¡No! ¡No son! Mi esposa no tenía puente y le faltaba una muela –dice. Y luego la mira de reojo, hacia arriba. 

La fiscal menea la cabeza, frunce los labios, desaprueba. Replica con autoridad:

—Lo dicen las muestras.

Son testigos de esta discusión el joven abogado que apoya a la familia (Omar Flores, de la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho); Ana Rosa, madre de la Señora, de 67 años; Irvin, de 15 años; Arturo, de 8 años, y Darina, de 10 años. Los tres últimos, hijos de Carlos Cabeza y de la Señora.

Darina, ojos encendidos, cejas pobladas, se sostiene el brazo derecho porque le duele. Dicen que ella es la fotografía exacta de su madre.

A Darina recién le han sacado una muestra de sangre.

***

10 de diciembre. Año 2012. Ahuachapán. Occidente de El Salvador.

Un anciano con la piel curtida y pegada a los huesos aparece por debajo de la puerta de un desvencijado rancho, hecho con madera y lámina. La brisa y el polvo hacen remolinos. Dos perros ladran. Alrededor del rancho, las flores de la caña se doblan por el viento. Ocho meses antes, en ese lugar, la caña estaba tiernita, recién sembrada, y cerca de una loma, a unos 450 metros del rancho, Elías encontró unos huesos.

—Fíjese que en la mañanita, bien temprano, cuando íbamos pasando, allá a lo lejos, solo nos extrañó encontrar aquello chamuscado, sobre todo porque la caña estaba tiernita y no era tiempo de corta –dice Elías, el anciano.

Frente a él está un hombre pequeño, delgado, que se está quedando calvo.

—¿Y qué encontraron? –pregunta Carlos Cabeza.

—Unos huesos. Eran de una mujer, porque alcancé yo a ver que había un brasier. Estaban como regados. Yo creo que los animales ya habían devorado el resto.

—¿Recuerda cuántos huesos había? ¿Había una calavera? –interroga Carlos Cabeza.

El anciano Elías asiente. Sus ojos le dijeron que esa calavera era de una mujer joven. Desde el marco de la puerta responde que también había como una cintura, mientras se toca el vientre con la mano derecha. Carlos Cabeza lo corrige, y le dice que aquello era una pelvis. Los dos acuerdan que solo había un par de huesos más.

—Eso sí, bien raro, que esos huesos estaban como chelitos. No se miraban quemados –dice el anciano Elías.

—¿Sintió algún olor?

—No, fíjese, otra cosa rara: ahí no apestaba a muerto.

Al oír aquello, Carlos Cabeza me lanza una mirada. Le entiendo un “¡se da cuenta!” que no se atreve a pronunciar con la boca.

—¿Era familiar de ustedes la muchacha? –pregunta el anciano Elías.

Carlos Cabeza enmudece y yo evado la respuesta diciendo que ando investigando el caso. El anciano Elías tiene prisa por decirnos una conclusión. La misma que tienen muchos en el pueblo, la misma que carga Carlos Cabeza desde hace mucho tiempo. Sobre todo en casos de desaparecidos, a falta de una verdad justiciera, los rumores pronto comienzan a convertirse en certezas.

—Algo malo de la Alcaldía habrá descubierto la muchacha, y por eso la mataron –dice el anciano Elías.

Él no sabe el nombre de Delmy, pero cuando encontró esos huesos, los rumores rápido le dijeron que eran los de una empleada municipal desaparecida a finales de marzo de 2012.

***

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Delmy Noemi Casoverde de Cabeza en la foto de los carteles que la familia pegó por la ciudad con la esperanza de encontrarla.

30 de marzo. Año 2012. Fachada de la Alcaldía de Ahuachapán.

Delmy Noemi Casoverde de Cabeza sale de la Alcaldía Municipal, ubicada en el centro de la ciudad de Ahuachapán. Va rápido. Llora. Delmy es la administradora del centro recreativo “El Siloe”, un parque de la municipalidad ubicado en las afueras de la ciudad. Hacia ese lugar se dirige cuando desaparece, quizá para siempre.

Carlos Cabeza, su esposo, y Ana Rosa, su madre, denunciaron su desaparición un día después. A esas alturas, Carlos Cabeza solo sabía que su esposa tendría una reunión en la Alcaldía, y que luego de esa reunión se dirigiría hacia su centro de trabajo. Más tarde averiguaría que su esposa salió de esa reunión con lágrimas en los ojos, y que el vigilante del centro de recreación Siloe la vería llegar hasta el portón, la vería contestar una llamada telefónica, la vería dar vueltas en el parqueo, la vería caminar de regreso a la calle de acceso, la vería subirse a un auto de color verde y que esa sería la última vez que la vería…

El 5 de abril de 2012, seis días después de la desaparición, la Policía encontró unos restos óseos en el sector Tablón 4 de la Hacienda Santa María, en Ahuachapán. Una hacienda rodeada por cañaverales.

Cuando Carlos Cabeza llegó hasta ese lugar observó, minucioso, toda la escena: maleza quemada, mechones de cabello, jirones de ropa, un sostén, unos huesos. Él, que cree haber conocido muy bien a su esposa, rápido concluyó que esos no eran los restos de Delmy. El brasier le pareció muy grande, los mechones de cabello muy diferentes, los dientes muy completos. Terminó de convencerse de que esos huesos no eran los de su mujer cuando la médica forense que llegó a levantar la escena dijo, para que lo escucharan los policías, que esos restos eran los de una adolescente de unos 16 años de edad.

Delmy, en cambio, tenía para entonces 40.

***

10 de abril. Año 2012. Ahuachapán.

La Unidad de Delitos Contra la Vida, Oficina Fiscal de Ahuachapán, ordena al Instituto de Medicina Legal de la localidad, que practique un análisis comparativo entre el ADN de Ana Rosa Casoverde, madre de Delmy, y el ADN extraído a uno de los huesos encontrados en una hacienda rodeada por cañaverales. Exactamente, una muestra de ADN extraída de una tibia. No hay nada que haga explicar por qué la Fiscalía escogió ese hueso y no cualquiera de los otros tres o todos, por si se trataba de huesos de distintas personas.

La fiscal del caso dice que no puede hablar del caso.

Un mes más tarde, Medicina Legal concluyó que ambas muestras eran compatibles. Que Ana Rosa Casoverde era la madre de la persona que caminó gracias a esa tibia, que esa tibia fue de Delmy, que Delmy ya no estaba desaparecida, sino muerta y encontrada.

Antes, durante y después de los análisis, ni la Fiscalía ni la Policía supieron decirle a Carlos Cabeza si lo que él había averiguado, si los problemas de su esposa en el trabajo, si las personas con las que se reunió antes de desaparecer, estaban siendo investigadas.

El alcalde de Ahuachapán, Rafael Morán, del partido Arena, ha dicho que la Alcaldía colaborará con todo lo que la justicia requiera. Ha dicho, también, que los problemas personales que Delmy Casoverde pudiera haber tenido en su trabajo no tienen relación con su desaparición.

***

1 de octubre. Año 2012. McDonald´s Zona Rosa, San Salvador.

Al escuchar la primera parte del relato que cuenta Carlos Cabeza, uno interioriza que este hombre no quiere aceptar la realidad: que su esposa está muerta. Que Delmy desapareció un día, y apareció seis días más tarde, desmembrada, quemada, convertida en cuatro restos óseos. Quién sabe cómo y por qué. Uno cree eso porque lo que narra esa primera parte es el cuento de un análisis riguroso y científico, de unas pruebas irrefutables, de un 99% de compatibilidad entre el ADN de uno de los huesos y el ADN de su suegra, Ana Rosa, una anciana de 67 años.

Cuando Carlos Cabeza cuenta este cuento por primera vez lo hace así: contando el lado científico de la historia: una mujer, una desaparición, la aparición de unos huesos, el análisis científico, la confirmación.

Pero es hasta que uno ha caído en su trampa, en ese espacio en donde no hay discusiones que puedan desmentir una rigurosidad científica; pero es hasta cuando él se da cuenta de que uno lo mira con ojos de lástima, con ojos de usted no quiere aceptar la realidad, que pide, ruega, escuchar el otro lado de la historia. El lado que no es científico, que no tiene registros. El lado cuyas pruebas están en el recuerdo, la proximidad, la convivencia.

—Se lo aseguro, licenciado, que yo no estoy en una etapa de negación, como me ha dicho la Fiscalía. Es que yo tengo dudas de que esos restos sean los de mi esposa –dice.

Y así comienza a defender su caso: exponiendo sus evidencias.

Primera evidencia (o la incongruencia capilar).

El 5 de abril de 2012, la Policía Nacional Civil y los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal encontraron en el sector conocido como Tablón 4, hacienda Santa María, Ahuachapán, mechones de cabello rubio, junto con cuatro restos óseos, jirones de tela quemada y un brasier ligeramente ahumado en la punta de una de sus copas.

—Pero yo le aseguro, licenciado, y tengo fotos antiguas y las fotos más recientes, para comprobarle que Delmy no se teñía el cabello.

Los hijos de Delmy, dos sobrinos de Delmy, la madre de Delmy, el dentista de Delmy, los cuñados de Delmy, los amigos de Delmy, confirman lo que dice Carlos Cabeza: Delmy no tenía el pelo teñido de rubio.

Si uno entra al baño de la familia Cabeza Casoverde se da cuenta de que hay un mueble que era de uso exclusivo de Delmy. Ahí hay pintalabios, rímel, perfumes, toallas sanitarias, más perfumes, cepillos, delineadores, esmaltes para uñas, cortaúñas, polveras… No hay tintes, pero sí hay polvo. Encima de todo hay una gruesa capa de polvo.

Nadie ha tocado esa cosmetiquera en los últimos nueve meses.

Segunda evidencia (o la incongruencia de la descomposición ósea)

—Las osamentas encontradas no tenían ni líquido ni tejido ni moscas ni gusanos ni moscarrones. Yo me he puesto a averiguar, licenciado, y sé que el proceso de descomposición del cuerpo humano lleva varias fases: la primera es la de inflamación; luego viene el proceso bacteriano; después el proceso biológico, que es donde salen los gusanos; posteriormente el de putrefacción y por último el proceso de huesos blancos. Esa es la quinta etapa de descomposición del cuerpo humano, pero eso no se da en término de seis días…

Carlos Cabeza tiene razón. Los expertos en ciencias forenses estiman que para que un hueso presente la tradicional pigmentación blanca, para que estén secos, sin líquidos ni tejidos musculares, debe pasar mucho tiempo, alrededor de ocho meses, si las condiciones ambientales son favorables. Esto es, alejados de la humedad, en condiciones más cercanas a las de un desierto, un lugar seco. Lo más común, antes de esos ocho meses, es que los huesos presenten una pigmentación cercana al color naranja, que tengan fluidos, carne todavía pegada a los huesos.

¿Y si fueron quemados? Hueso y carne forman una sola masa, dependiendo de la intensidad del fuego al que estuvieron sometidos. Y aun cuando la intensidad del fuego sea alta, siempre queda carne carbonizada pegada a huesos carbonizados.

Un parámetro: en marzo de 2007, presuntos narcotraficantes torturaron, dispararon y quemaron a tres diputados salvadoreños del Parlamento Centroamericano y su chófer, en Jutiapa, Guatemala. ¿Resultado? Carne carbonizada, huesos carbonizados.

Otro parámetro: en junio de 2010, en la ciudad de Mejicanos, San Salvador, pandilleros del Barrio 18 quemaron vivas a una veintena de pasajeros de un microbús. Fallecieron 16 en el lugar. Entre los fierros retorcidos había carne y huesos carbonizados.

En ambos casos, los cuerpos de las víctimas fueron expuestos a más de 600 grados Celsius.

Lo que se sabe sobre el incendio en una hacienda rodeada por cañaverales es que no fue un incendio descomunal. Lo dice el brasier que apareció en la escena, apenas ahumado en la punta de una de sus copas. Lo dicen los testigos, que recuerdan, sobre todo, que había poca maleza y que la caña estaba recién sembrada. Tiernita.

Tercera evidencia (o la incongruencia de la muela que creció por arte de magia)

—El día que encontraron los huesos, licenciado, yo me alegré, lo reconozco, cuando me enseñaron la calavera que habían encontrado. En esa calavera y en la mandíbula había dos cosas que yo sé que mi esposa no tenía. La primera es que la calavera tenía un puente de metal, en la parte superior. Y la segunda es que la mandíbula, en la parte inferior, tenía todas las piezas completas. Y a Delmy le faltaba una muela del lado inferior izquierdo.

A finales de mayo de 2012, Carlos Cabeza alertó a la Fiscalía de esa incongruencia. El 25 de mayo de 2012, la Fiscalía buscó al último dentista que atendió a Delmy Casoverde. Le pidió copia del expediente clínico. En el expediente, el odontólogo asegura haberle trabajado a Delmy Casoverde una pieza en la dentadura superior. La Fiscalía tomó esta prueba como suya, para explicar que esa calavera corresponde a la de Delmy. Lo que no puede explicar es de dónde, a la mandíbula, le salió una nueva muela, en el lado inferior izquierdo. Esa muela que los familiares y amigos de Delmy aseguran que ya no existía.

El odontólogo, un hombre joven, que pide que no lo cite porque no quiere meterse en problemas, dice que no recuerda esa muela. Que él solo trabajó la parte superior, que no recuerda las piezas inferiores, que no recuerda la existencia de esa muela…

Cuarta evidencia (o el milagro de rejuvenecer a los muertos)

—Hubiera querido tener una grabadora, licenciado, para grabar lo que se dijo en la escena. La médico forense que hizo el levantamiento dijo a los Policías que esas osamentas correspondían a una persona de sexo femenino de unos 16 años, aproximadamente. Esa fue la tercera confirmación tras la cual decidí retirarme de ese lugar.

En la cadena de custodia de la osamenta que la Fiscalía escogió para realizar las comparaciones de ADN, el dictamen forense habla de un resto óseo, “una tibia”, de sexo femenino, con un rango de edad entre los 18 y 25 años.

Delmy Casoverde, administradora, madre de tres hijos, tenía 40 años cuando desapareció. Nació el 18 de marzo de 1972.

Juan Carlos Monterrosa es el Jefe del Departamento de Laboratorio de Biología Forense de Medicina Legal. El 1 de febrero de 2013 explicó a la familia Cabeza Casoverde, que por sus manos pasan todos los análisis comparativos de ADN que se practican en el país. Dijo que a él nunca le meten goles, y que le cuesta creer que las dependencias de Medicina Legal en Ahuachapán y Santa Ana hayan participado en alteraciones de muestras. Cuando Carlos Cabeza le preguntó cómo explicaba la incongruencia en la edad aproximada de los restos óseos y el resultado genético, el doctor Monterrosa le respondió:

—Cuando a mí me dicen que unos restos tenían tal edad o que eran del sexo tal, yo siempre lo reviso. Yo no me fío de las edades ni del sexo que me ponen los forenses.

El doctor Monterrosa está convencido de que para determinar la edad de una osamenta siempre es preferible practicarle análisis a las pelvis, o a los cráneos. El problema es que eso no lo ha pedido la Fiscalía, y el IML solo puede actuar bajo órdenes de la Fiscalía. 

***

1 de febrero. Año 2013. Medicina Legal, San Salvador.

Cuando a la fiscal Luz de María Chicas se le pregunta sobre este caso siempre responde que no está autorizada para hablar sobre este caso. Lo dijo dos semanas antes de su careo con Carlos Cabeza. Lo repitió después del careo con Carlos Cabeza. Esa segunda vez, al menos, ella dijo algo más. Pidió una segunda comparación de ADN porque recibió “órdenes” para hacerlo.

La Fiscalía, a través de su departamento de prensa, ha dicho que esa orden bajó directamente del fiscal general, Luis Martínez, quien luego de recibir peticiones de los familiares, se interesó en el esclarecimiento del caso.

Aun así, la fiscal Luz de María Chicas sigue convencida de que la osamenta encontrada en una hacienda rodeada por cañaverales es de Delmy Casoverde. Se lo dijo al abogado que respresentaba a la familia. Lo discutió con Carlos Cabeza. Lo dijo enfrente de Darina, la hija de 10 años de Delmy. Una niña que no termina de creerle a la fiscal, una niña que dice que por eso viajó desde Ahuachapán hasta San Salvador, para recibir un pinchazo con una aguja, para ver si por fin encuentra a su mami o si tendrán que seguirla buscando.

La Fiscalía ordenó una nueva prueba de ADN, pero para la familia es volver al mismo círculo: se comparará la sangre de la niña con la muestra tomada de una tibia, un hueso chele y aparentemente seco, de un cadáver de sexo femenino cuya edad oscila entre los 18 y 25 años. El hueso que para la Fiscalía perteneció a Delmy Casoverde, una mujer que tenía 40.

—Y eso no es lo que he pedido, licenciado. Yo quiero la verdad, pero sustentada con muestras confiables. Y nosotros no confiamos en esa muestra -dice Carlos Cabeza.

30 minutos después de que Carlos Cabeza y la fiscal discutieran por unos huesos, Juan Carlos Monterrosa, jefe del Departamento de Laboratorio de Biología Forense de Medicina Legal, pidió calma a la familia Cabeza Casoverde. Pero primero escuchó sus dudas, sus sospechas, esas que los llevan a pensar que una muestra ha sido alterada.

Al final, Monterrosa les recomendó solicitar a la Fiscalía, por escrito, un análisis riguroso de todos los restos óseos encontrados en una hacienda rodeada por cañaverales.

 

***

4 de febrero. Año 2013. Ahuachapán.

Carlos Cabeza le escribe a la fiscal Luz de María Chicas. Le exige que no se compare la sangre de su hija con el mismo perfil genético de un hueso, sino con todos los huesos encontrados en una hacienda rodeada por cañaverales. También exige que se haga, a todos los restos óseos, un análisis antropológico, para determinar la edad de la persona que era dueña de esos huesos, porque su esposa no tenía ninguna de las edades que calcularon los forenses…

Fotografía de Delmy Noemi Casoverde de Cabeza proporcionada por familiares. Delmy Noemi Casoverde de Cabeza
 
Fotografía de Delmy Noemi Casoverde de Cabeza proporcionada por familiares. Delmy Noemi Casoverde de Cabeza

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