Bitácora / Violencia
Percepción versus realidad

Una entrevista franca sobre el fenómeno de las maras con un subinspector policial desemboca en una inquietud turbadora: ¿estamos cada uno de nosotros en capacidad de aislar nuestro razonamiento de las percepciones inducidas por los medios de comunicación más influyentes?


Fecha inválida
Roberto Valencia

Al subinspector Nerio Castro lo conocí por casualidad. Ocurrió a mediados de diciembre de 2012, cuando pasé unos días en la siempre tórrida San Miguel y solicité una entrevista con alguien de la Policía Nacional Civil que me pudiera diseccionar las peculiaridades del fenómeno de las maras en la principal ciudad de la zona oriental de El Salvador. En principio me asignaron al inspector Martínez, la persona al frente del Departamento de Investigaciones (DIN), pero el día de la entrevista le surgió algún inconveniente y delegó en su brazo derecho: el subinspector Nerio Castro.

Mando medio y en una delegación del interior, rápido intuí que el subinspector Nerio Castro me sería de gran ayuda. Las conversaciones con policías de ese perfil suelen resultar reveladoras, mucho más que con comisionados o subcomisionados, usualmente timoratos por la responsabilidad o acartonados por el mayor roce con los periodistas, cuando no víctimas del hecho de llevar años en despachos aireacondicionados, alejados de lo que se cuece en las calles.

El subinspector Nerio Castro es todo lo contrario. Relativamente joven –ronda los 35 años–, fue enviado a San Miguel a mediados de 2010, por lo que vivió de cerca el repunte criminal de finales de 2011 y principios de 2012, y también está viviendo la famosa tregua y sus consecuencias. Como integrante de la DIN, su trabajo se centra en desarticular clicas, sobre todo de la Mara Salvatrucha-13 (MS-13), la pandilla con mayor implantación en San Miguel.

—Definitivamente –dijo el subinspector Nerio Castro–, aquí la más fuerte es la MS, el 80% de los casos que investigamos tiene que ver con ellos.

La evolución de la MS-13 en San Miguel es un caso aparte, daría para un libro. Desde finales de la década de los 90 las dos letras fueron el tatuaje más habitual en el torso de los jóvenes migueleños, ante una presencia residual del Barrio 18 (que en la actualidad solo tiene una única cancha, la colonia San Carlos), tan residual que si hubiera que señalar la segunda pandilla en San Miguel, no sería la 18, sino La Mirada Lokotes-13, también sureña, y con presencia en La Presita y otras colonias cercanas al río Grande.

Ni la 18 ni La Mirada son ni han sido rivales de peso ante el desarrollo desproporcionado de la MS-13, al punto que en San Miguel hubo por años una guerra abierta entre clicas de la Salvatrucha: la Criminal Gangsters, la Fulton, la Sitios Locotes, la Big Curuñas, la Dalmacias, la Normandie, la Guanacos, la Pinos, la San José, la Pana Di, la Sailor… De esta guerra fratricida la que mejor librada salió, sin duda, fue la Sailor Locos (SLSW), los Marineros, que para 1997 apenas era un grupúsculo de pandilleros a la sombra de la Pana Di Locos –la clica hegemónica en la mitad sur de la ciudad en aquel entonces–, y hoy es una de las pocas fundadas en El Salvador que ha dado el salto y ha logrado asentarse en territorio estadounidense.

—La Sailor es la que más integrantes tiene, sin duda –me dijo el subinspector Nerio Castro.
—¿De cuántos estamos hablando?
—De 160 a 180 pandilleros, sin contar a los chequeo.
—¿170 activos solo en esa clica?
—Sí, más o menos, pero algunos están ya presos, aunque no dejan de pertenecer.

La entrevista no la solicité para hablar sobre las consecuencias de la negociación del Gobierno con los líderes de las pandillas –esa que al principio era un milagro, luego una tregua, y de un tiempo a esta parte el ministro ya la llama proceso de pacificación–, pero no podía dejar pasar una oportunidad así.

El subinspector Nerio Castro me dijo que sí, que ellos han notado un notable cambio a mejor con la tregua, y me citó ejemplos: los homicidios se han desplomado, los ataques armados contra viviendas para atemorizar a sus habitantes –un mecanismo de presión habitual en San Miguel– casi han desaparecido, y las denuncias por extorsión también han ido a la baja.

—La actividad criminal de las pandillas en San Miguel ha bajado, eso está clarísimo, y yo sí pienso que está beneficiando a toda la sociedad –dijo el subinspector Nerio Castro.

Otra cosa, matizó, es la percepción.

El subinspector Nerio Castro concluyó, seguramente sin pretenderlo, con una crítica dura, directa y sincera al gremio periodístico, a nuestro papel como formadores de percepción.

—Le voy a contar un caso que nos pasó hace poco con dos menores. Estos dos menores, de unos 14 años pero pandilleros activos ya, se dedicaban a recoger dinero de la renta. Pues hubo algún problema con el dinero, y la pandilla los asesinó. Al final, las notas periodísticas de La Prensa y El Diario dijeron: Asesinan a dos estudiantes, y aquella nota bañó de luto la mitad del país. Yo sé que si hubieran dicho ‘Mueren dos delincuentes’, todo habría sido distinto, pero pusieron, a saber por qué, que eran dos estudiantes, y empezaron además a escribir notas paralelas sobre el acoso a los centros escolares, y todo porque eran dos personas que sí, aún estaban estudiando, pero eran pandilleros.

Foto Roberto Valencia.
 
Foto Roberto Valencia.

(San Miguel, El Salvador. Diciembre de 2012)

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