A Benito Lara le gusta demostrar con pequeñas frases o ideas, presumir casi, que llevaba tiempo preparándose para ser ministro de Seguridad. Entra en la sala de reuniones cargado de carpetas y de dos teléfonos celulares que no pararán de sonar durante toda la entrevista, se medio desploma sobre el sillón, y antes de la primera pregunta bromea: “Este es un huevo más grande de lo que yo pensaba”. Pero es un albur. Resulta evidente, él lo hace evidente, que ha estudiado la gestión de sus antecesores, que tiene trazada su línea de acción, y que se siente completamente respaldado por el presidente Salvador Sánchez Cerén y por su partido, el FMLN, para despreciar las prisas y discursar sobre políticas de largo plazo, esas que tan poco se aplaude cuando hay un promedio de 10 homicidios diarios.
“La presión del día a día no permitió a distintos funcionarios ponerse a una planificación de orden estratégico”, dice. Una declaración de principios, un aviso, y la primera corrección de plana a sus predecesores.
El hablar lento de Benito Lara engaña. Su insistencia en rodear de décadas de contexto el debate sobre la inseguridad, engaña. Su negativa a opinar sobre la gestión de los ministros anteriores, engaña. El nuevo ministro no es tan amortiguado, tan difuso ni tan diplomático como parece. A Benito Lara hay que saber leerlo. Donde reflexiona sobre los problemas generales de hacer políticas de seguridad, apuñala entre líneas. Donde parece que evade o utiliza conceptos que suenan gastados, en realidad afirma.
La mejor prueba es la forma en que el ministro da nuevo sentido, en esta entrevista, a la afirmación aparentemente unívoca que Sánchez Cerén regaló el jueves 12 de junio a los titulares de periódico: “Nosotros no vamos a continuar con la tregua”. En realidad este gobierno con lo único que no pretende continuar es con el debate estéril y maniqueo sobre si los criminales, sean quienes sean y por lo que sean, merecen una tregua o no. Lo dice, para quien sepa leerlo, Benito Lara: este gobierno planea deshacerse de todo aquello que, de la tregua, se volvió incómodo o inservible, comenzando por su nombre, pero preservará su esencia: el principio de humanización de las pandillas, la promesa de desarrollar políticas sociales para enfrentarlas y la necesidad de reducir los homicidios para viabilizar políticamente la inversión en prevención y rehabilitación. Incluso, dialogará con las cúpulas de la Mara Salvatrucha y del Barrio 18 si lo considera necesario. Lo anuncia sin miedo al posible escándalo.
Es la segunda vez en tres semanas que nos sentamos a hablar con Benito Lara. En la primera reunión, celebrada en su pequeño despacho de diputado, entre cajas listas para su traslado al Ministerio, no permitió que encendiéramos las grabadoras y consumió el tiempo en explicarnos conceptos, intenciones, matices. Benito Lara se ha esforzado por comprender un asunto delicado y pone todo su esfuerzo en ser, a su vez, comprendido y apoyado cuando afirma que en El Salvador no se ha realizado nunca “un verdadero diagnóstico” de la situación de seguridad.
Hay un contraste brutal entre este ministro bajito, que da entrevistas sin corbata, y los dos anteriores, que presumían de saberlo todo, prometían nada más llegar resultados extraordinarios y en cada anuncio daban una orden. Cuando sentencia que hace falta “un estudio sociológico y antropológico de las generaciones y de las conductas generacionales de los pandilleros”, Benito Lara no solo reconoce todo lo que él, y por tanto el Estado, no sabe. También se lleva de encuentro, ridiculiza casi, a los ministros anteriores: al callar sobre lo que no conoce, Lara está afirmando que David Munguía Payés y Ricardo Perdomo hablaban a menudo de lo que no sabían.
Sus antecesores, que de hecho siguen todos en este gobierno, se guiaron por diagnósticos distintos de la realidad con la que trabajarían. Para Munguía Payés su trabajo debía centrarse en controlar la guerra entre pandillas y para Ricardo Perdomo sus esfuerzos debían estar centrados en el narcotráfico. ¿Quién de ellos se equivocó?
Nosotros debemos hacer un buen diagnóstico de la situación y eso pasa por revisar muy bien el problema estructural que tiene este país, porque en eso de quién se equivocó te puedo traer a cuenta el informe de las Naciones Unidas del año 2011, donde dicen que la política de combate a la droga implementado desde los años 50 es un fracaso: ¿Quién se equivocó? No sirve apuntar al fulano o al tipo… no estoy seguro de que ir por ahí nos vaya a dar resultado.
Creo que todos estaríamos de acuerdo en la cadena de equivocaciones que históricamente hemos tenido en el país y que ha propiciado nuestro escenario actual, pero no hablamos del diagnóstico estructural histórico, sino del de anteayer.
Yo los entiendo. Pero ustedes deben entender que las políticas que se han implementado no son de ayer. Son políticas que se vienen implementando desde hace años, décadas, y que no han tenido el resultado deseado.
De acuerdo, pero los dos últimos ministros, en el último año y medio, cuando hablaban del resultado de todas esas políticas erradas decían cosas diferentes. El diagnóstico que usted ve, ¿se parece al diagnóstico de Munguía Payés o al de Perdomo?
Estamos haciendo nuestro propio diagnóstico.
¿No confía en los anteriores?
No es cosa de confiar o no. No se ha realizado un verdadero diagnóstico, lo más objetivo posible.
¿Por qué?
Bueno… ellos tendrán su propia explicación, pero a mí me parece que la presión del día a día no permitió a distintos funcionarios ponerse a elaborar una planificación de orden estratégico. Ha sido muy reactiva, eso es lo que a mí me parece. Por eso decía que es complicado decir “este lo hizo bien o mal”, o “los dos la regaron”, porque sucede que es una de las cuestiones en las que yo hago el esfuerzo de cuidarme un poco, de tener el panorama global. La presión del día a día puede haber sido uno de los factores… para buscar salida ya, de manera inmediata, y no ver un tema que es tan complejo y que debe tener una visión y una planeación estratégica.
Cuando nos dice que la presión diaria afectó el diagnóstico… ¿qué elemento del diagnóstico fue distorsionado? ¿No se usó un instrumento correcto o no se leyeron bien los resultados? ¿Qué parte del diagnóstico fue el afectado?
Mejor partamos de la política que aprobó el ministro (Manuel) Melgar. Es una política que tiene todos sus componentes, buenos componentes. Si ustedes la comparan con la política para seguridad para Centroamérica aprobada en Guatemala tendrá alguna diferencia mínima y esa política tiene mucha validez. Cuando se quiso implementar esa política, independientemente de los cambios que hubo, yo creo que hay un problema… o uno de los problemas que tenemos que vencer: un diagnóstico completo de la situación, pero fijate que no estoy hablando de quedarnos solo en que es un problema estructural, eso está claro…. y multicausal… eso está clarito, que tiene que ver con pobreza y mucha exclusión... Uno se pregunta: si tenés la política correcta, ¿qué pasa? Otro de los problemas que tenemos que superar es la sostenibilidad de los proyectos y programas de seguridad: sostenibilidad.
¿Se refiere al giro a la política que dio Melgar lanzando la ley antipandillas?
No estoy hablando de eso, porque eso surge en el camino por lo de Mejicanos (en junio de 2010, pandilleros del Barrio 18 incendiaron un microbús en el que murieron calcinadas 17 personas ). Me refiero a otras cosas. Por ejemplo: hace nueve años el PNUD, con el gobierno municipal de San Martín y de Ilopango, ambos de Arena en aquel entonces, iniciaron un proyecto de control de armas y tuvieron un éxito relativo, importante: obtuvieron una disminución importante de los homicidios, importantísima. Pero luego no se siguió. Si nosotros no logramos tener políticas sostenibles nos vamos a quedar repitiendo eternamente que tenemos buenas prácticas ahora en este municipio, ahora en este otro, mañana en este otro y el problema no lo arreglamos.
Nos ha mencionado dos problemas: sostenibilidad y diagnóstico claro.
En este país tenemos entre 85 y 90 municipios –no tengo la cifra exacta a la mano- en los que del 1 de enero al 31 de mayo de este año no hubo ni un solo homicidio. Estamos hablando de casi un tercio del país y tenemos cerca de 40 municipios en que hay entre uno y tres homicidios. Más o menos el 80 % de homicidios está bien focalizadito… El punto tiene que ver con que el gran esfuerzo que debemos hacer es una visión de planificación estratégica.
Sobre los homicidios también se ha dicho de todo, dependiendo de a quién uno preguntaba: si uno preguntaba a la Policía, las pandillas eran responsables del 12 % de los homicidios, si uno le preguntaba a Munguía Payés, el 90 %, y si uno le preguntaba a Ricardo Perdomo, menos del 40 %. Los tres decían que esto derivaba de cruces de variables. De esos datos, ¿quién se equivocó y por qué?
El punto tiene que ver con un problema de orden estructural...
Y dale…
Es que fíjense… yo no es que esté obviando la pregunta de ustedes, sino que yo trato de hacer un esfuerzo de buscar dónde es que hemos tenido algunos desaciertos y que no son desaciertos del pasado reciente.
Ese que le menciono sí.
Sí, pero limitarnos a que la situación de seguridad tiene que ver exactamente con el período anterior de forma exclusiva…
Entendemos que quiera tener una visión histórica, pero lo que necesitamos es que nos explique qué ha pasado en el corto plazo, porque usted está reivindicando una política diseñada en el gobierno anterior y queremos entender por qué esa política terminó sin ser la referencia en el gobierno anterior.
Los entiendo… algunas explicaciones he dado: el tema de la presión diaria, la falta de visión estratégica en la visión y en la conducción, en la planeación, pero cuando me plantean este caso en concreto…
... homicidios...
¿Qué tiene que ver con esto? Lo que tiene que ver es que un problema que no se logró resolver es tener datos estadísticos bien estudiados. Datos estadísticos confiables.
¿Los que tiene no lo son?
A ver… me explico: datos bien estudiados. Por qué razón: generalmente lo que hacemos… aunque de cada homicidio hay información de los móviles, hay información de los hechores, o de la víctima. Pero sucede que a mi juicio nos hemos venido equivocando en el análisis de esos datos.
¿O sea que los mismos datos, dependiendo de quién los interprete te pueden conducir al 90 %, o al 40 % o al 12 %?
Sí. Creo que hay un problema de análisis.
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Desde que asumió como ministro de Justicia y Seguridad Pública en noviembre de 2011, el general David Munguía Payés se embarcó en una cruzada que consideraba la clave del éxito en su gestión: convencer a todo mundo de lo que para él era más que evidente: los pandilleros eran los responsables del 90 % de los asesinatos en El Salvador.
Cuando el entonces jefe de investigaciones de la Policía, Howard Cotto (ahora nombrado subdirector general de la PNC) regateó esa cifra, terminó fuera de la jugada, recluido en una oficina antidrogas que se parecía mucho a un “cállate la boca”.
Para el general Munguía aquello era tan evidente, que argumentarlo incluso sobraba. Recién llegado al cargo explicaba en cada aparición pública su método deductivo: “ Te reto en este momento a que abramos las páginas de los periódicos y me digás ahí dónde aparece un asesinato cometido por una persona que no pertenezca a las pandillas (…) Hay casos que son obvios, como cuando encontrás a un tipo muerto y tiene tatuajes. Uno dice: 'Este seguramente es un pandillero'. ¿Sí o no? (...) ¡Es un pandillero! Otra es si la gente te dice: 'A ese lo mató la pandilla'...
El nuevo ministro mira de reojo ese método y lo culpa de los palos de ciego dados por el camino. Prefiere, dice, esperar a cruces científicos un tanto más elaborados.
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O sea que David Munguía Payés veía lo que quería ver y también Ricardo Perdomo o la Policía. ¿Eso es ideológico?
No estoy tan seguro. Creo que lo que necesitamos es hacer un esfuerzo de dignificar con más herramientas científicas el análisis para tener más objetividad y por supuesto en las estrategias concretas que hay que desarrollar. Por una razón: cuando no profundizás en la investigación y la víctima tiene tatuajes, ¿cuál es la conclusión? ¡que es marero!
Claro y por lo tanto quien lo mató seguro fue otro marero…
¡Claro! Y eso solo es probable, pero a saber si es cierto. Lo que te da certeza de eso es la investigación profunda. Ahí creo que tenemos una falla bien seria y si ustedes se han dado cuenta nosotros hemos insistido tanto en el tema de inteligencia e investigación por esa razón… y no es un problema de la Policía únicamente, ese es el concepto del fiscal y del juez… es el sistema, es la cadena, por eso me resulta complicado decir quién es el chompipe de la fiesta, porque entonces sucede que aquí lo que tenemos que tener todos es un enfoque distinto de la seguridad y estamos hablando de todo el sistema.
¿Verdad que su trabajo es distinto si al final resulta que la pandilla es la responsable del 12 % o del 40 % o el 90 % de homicidios?
Sí, porque la estrategia es completamente diferente. ¡Claro!, los objetivos son distintos.
¿Y hasta ahora alguno de estos diagnósticos lo convence?
No. Estos porcentajes que se han venido dando son porcentajes que no nos han reflejado que han servido para tomar políticas que nos den resultados positivos. Ese es el punto. Te planteo otra cosa: ¿por qué insisto en la parte histórica? Porque el tema de los procesos no es una cosa de cinco años. Alguien de la cooperación internacional me decía que han invertido 600 millones de dólares en 10 años en el país… pero mirá donde estamos. Por eso es bueno hacer ese esfuerzo histórico. El punto es cómo romper y tener un enfoque distinto de la seguridad.
El tema de las pandillas será central en su gestión, independientemente del diagnóstico que haga, aunque se recoloque, es inevitable este tema. Los estadounidenses los han puesto en la misma lista que el Cártel de Sinaloa, o Al Qaeda… ¿Desde su despacho de qué tamaño se ven?
Este es el fenómeno más complejo que tiene este país. Y aunque hay mucho de lo que se ha estudiado sobre este fenómeno yo sí creo que hace falta un estudio sociológico y antropológico de las generaciones y de las conductas generacionales de los pandilleros. Lo dejo hasta ahí.
¿Usted lo va a emprender?
Solo estoy planteando los retos.
Para empezar está diciendo que ve diferencias generacionales y es al primer ministro al que le escuchamos eso.
¡Claro! Si esta entrevista fuera en el 92 no estaría hablando de esto. Hay que profundizar en esto, hay que analizarlo. Una de sus causas es la exclusión social, no estoy hablando de la pobreza sino que de exclusión social, tiene que ver por supuesto el tema de la desintegración familiar, etcétera, pero el tema de la exclusión es clave.
Díganos algo relevante sobre exclusión social, por favor, porque será usted consciente de que eso sabe a un poco de redundancia.
Es que sucede que mucho de lo que estoy hablando para nadie es nuevo. O sea, ¿para quién es nuevo que hay exclusión social? El punto aquí es que todos nos hemos acostumbrado a saber que el fenómeno existe, pero no hemos encontrado las estrategias para resolverlo. Ese es el punto. Hay exclusión en el sentido en que están fuera del acceso a los servicios básicos, eso es así.
¿Cree que políticas destinadas a reducir la exclusión impactarían en el fenómeno de las pandillas?
Tendrían un impacto social, en la sociedad en su conjunto, resolver problemas de orden estructural en las comunidades … y no estoy hablando de que deben ser programas exclusivísimos, sino que programas que beneficien a todos y como este es un entramado complejo, no hay duda de que muchos verán otras oportunidades.
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Que lo primero que un ministro de seguridad diga sobre las pandillas es que son una expresión de la exclusión social, no es oír llover… aunque parezca. Sus antecesores han preferido entrarles por el lado criminal: desde el arenero René Figueroa, para quien eran básicamente gente mala; pasando por Munguía Payés, que comenzó señalándolos de estar detrás de casi cada muerto; hasta Ricardo Perdomo, que se estrenó diciendo que tenían pactos secretos con el narcotráfico.
Si la puerta de entrada es considerar a los pandilleros síntoma y no enfermedad, el enfoque implica un giro relevante con respecto a casi todo lo que se ha hecho o dicho hasta ahora desde su despacho.
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Volviendo a la caracterización de las pandillas: ¿son el Cártel de Sinaloa o son una expresión de descontento más parecida a organizaciones juveniles de facinerosos? ¿O ninguna de las dos? ¿O las dos?
Me quedaría con que este es un fenómeno social complejo, que es una mezcla en algunas acciones con crimen organizado, algunas, no todas, pero no estamos hablando de cárteles sino de un fenómeno social. Y eso lo hace más complejo todavía. Porque si fuera como un cártel…
…Una empresa criminal.
Entonces estaría clarito.
¿El componente central de su estrategia frente a las pandillas va a ser entonces una política social?
Sí. Más, por supuesto, la aplicación de la ley… no solo es de dar oportunidades sino del cumplimiento de la ley.
Ya que estamos en la parte de los diagnósticos, en la que usted ha sido muy cauto, le pido uno más: ¿le puede explicar a quien lea esta entrevista qué es la tregua?
Desde que esto surgió yo di una opinión: que este concepto está mal aplicado. Yo parto de eso. Tregua se da entre fuerzas beligerantes y aquí no es ese el punto, ese no es el tema. El acuerdo entre los grupos de pandillas que se dio estos últimos años lo que no podemos cerrar los ojos es que tuvo distintos resultados. Algunos buenos, otros quizá no muy buenos. Y en materia de homicidios hubo una reducción sustancial…
Perdone, pero cuando le pregunto qué es la tregua me refiero a que nos han dicho, con el paso del tiempo, muchas cosas: que los traslados de pandilleros de Zacatecoluca fue debido a una amenaza con misiles antitanque LAW, que fue un milagro, que fue un proceso orquestado por la Iglesia Católica, y nos han dicho que fue una estrategia pactada en el despacho que usted ocupa ahora. Esto último nos lo dijo David Munguía Payés. ¿De qué lo han convencido a usted?
Ante un fenómeno nuevo no hubo un manejo mediático adecuado, no hubo una explicación acertada.
¿Por parte de las autoridades?
Por supuesto. Creo que no estaban preparadas con una estrategia mediática para aquello, y que con una explicación correcta, la cosa hubiera sido diferente. Pero se dieron otras explicaciones y eso no contribuyó a que la población tuviera mayor claridad. Y eso al final el presidente Funes, en su momento, dio la opinión del Ejecutivo diciendo “sí, hemos facilitado”…
Para ponerlo con puntos y comas: según usted esto sí fue una estrategia iniciada por el Ejecutivo que no supieron comunicar correctamente.
Fijate que yo no estoy seguro, porque nunca tuve una reunión en la que se me informara “esto va a pasar”…
Pero eso que usted dice es grave.
Es que yo no era del Ejecutivo.
Pero ahora sí lo es, y su trabajo no es lo mismo si esto fue un plan de la Iglesia o un plan de sus antecesores.
Pero yo hablo de aquel momento…
Lo que le preguntamos es qué sabe usted ahora que es ministro. ¿Al actual ministro de Justicia y Seguridad no le ha explicado el anterior gobierno, con pelos y señales, con fechas, con documentos, cuál fue exactamente su participación y su visión al poner en marcha este proceso?
No. Nosotros nos hemos limitado a recibir las estructuras tal y como están. Y distintos informes de cómo está la situación.
¿Había un informe titulado “tregua”?
No.
¿La tregua fue una estrategia del Ejecutivo para reducir homicidios?
No sé.
¿Usted qué cree?
Yo creo que hay fenómenos sociales que se dan en el camino…
¿Dice que la tregua es un fenómeno social, Benito?
¿Qué es, si no?
¿Una estrategia para reducir homicidios?
Si revisamos la Política de Seguridad Pública que presentó este Ministerio, no está planteado así.
Pero esa política el mismo Manuel Melgar tuvo que dejarla de lado y los dos siguientes ministros la ignoraron.
Yo no tengo otro documento en qué basarme.
Pero aparte de esa política hubo hechos políticos, acciones políticas, entre ellas al más audaz y trascendental de los últimos 20 años, que incluyó el diálogo con las pandillas, el traslado de sus líderes y la promesa de ciertas políticas sociales y mejoras carcelarias, que se trataron de poner en marcha y después se abandonaron. Lo que dice es que a usted no se le ha dado información sobre esas acciones, a pesar de que David Munguía Payés, quien las ejecutó, es ministro de Defensa y está en su gabinete de Seguridad.
Sí… pero no está en este Ministerio. Mirá, sigo insistiendo en que los procesos son para mí más importantes que hablar de fulano o mengano.
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El jueves 12 de junio, el presidente Salvador Sánchez Cerén soltó una frase corta y plana, que causó un gran revuelo: “Nosotros no vamos a continuar con la tregua”. El problema es que en El Salvador muy pocas personas podrían, a ciencia cierta, explicar qué cosa es eso de la tregua.
En la práctica ese experimento agrupó una gran cantidad de acciones y solo algunas de ellas requerían el aval, o el impulso del gobierno, por ejemplo: la tregua es un nombre: “La Tregua”, acuñado para explicar el sorprendente traslado de líderes pandilleros desde la prisión de máxima seguridad de Zacatecoluca hacia penales de menor rigor en marzo de 2012. La tregua también es ese traslado. Es también la posibilidad de que Raúl Mijango y Monseñor Fabio Colindres ingresen a los centros penales a dialogar con los pandilleros; es también la posibilidad de que los líderes pandilleros sean trasladados desde sus prisiones a Mariona para discutir cara a cara sus problemas; es también el relajamiento de ciertas condiciones carcelarias, como que puedan ingresar niños, alargamiento de las visitas íntimas, de las visitas comunes y es también un montón de pequeños proyectos sociales e inversión focalizada en comunidades pobres… Según Benito Lara, salvo el nombre: “La tregua”, nada de esto tiene por qué cambiar.
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Ok. ¿Qué quiso decir el presidente cuando dijo el jueves que este gobierno no continuará con la tregua? Porque pedí una explicación a Casa Presidencial y me dijeron “Benito te va a explicar”.
Ja ja ja ja ja... Es lo mismo que he estado explicando: nosotros no concebimos el concepto tregua dentro de nuestra política de Seguridad. Nosotros no hablaremos de tregua, porque para nosotros no es el concepto correcto, y hemos dicho: si los pandilleros llegan a acuerdos tampoco los vamos a interrumpir. Y eso no va a impedir, ni va a modificar la política de Seguridad Pública que estamos diseñando.
Entendido: la tregua no puede ser la política de seguridad. ¿Pero van a permitir a los mediadores Raúl Mijango y Fabio Colindres, ingresar a cárceles para hablar con la cúpula de estas estructuras?
No tenemos ninguna objeción a que distintas personas e instituciones - oenegés, religiosos- puedan, en función de su trabajo, ingresar siempre y cuando tengamos claridad de a qué van.
¿Eso incluye a Raúl Mijango, que trabaja para Interpeace, con fondos de la Unión Europea, y que pertenece a la Fundación Humanitaria, que es una oenegé?
Si es la Fundación Humanitaria la que lo pide, no nos vamos a cerrar a que Raúl Mijango pueda contribuir. Porque en los centros penitenciarios no solo nos planteamos lograr más orden sino combatir el ocio carcelario con el objetivo de que ahí haya gente productiva, y ahí vamos a necesitar de instituciones que puedan desarrollar proyectos productivos en la cárcel.
Los mediadores han dicho en estos dos años que había un elemento esencial para lograr la reducción de homicidios: la posibilidad de que las cúpulas de estas estructuras se puedan reunir cara a cara para lograr acuerdos o resolver conflictos. ¿Este gobierno descarta que los líderes de pandillas se vuelvan a reunir en Mariona, como lo hacían, para conversar?
Yo creo que hubo un error de origen, y es haber hecho esa separación en penales, que tiene un montón de años. Desde luego, si ellos tienen voluntad de llegar a acuerdos, necesitan alguna forma de comunicación. Y nosotros no vamos a interferir en sus acuerdos.
¿Eso quiere decir que facilitarán que se reúnan y hablen?
Pero nada tiene que ser al margen de la ley.
¿Esas reuniones le parecían a usted ilegales?
No. La ley no las prohíbe.
¿Este gobierno va a mantener el acuerdo que el Estado salvadoreño tiene con la Organización de Estados Americanos (OEA) para que supervise, facilite, apoye el proceso de reducción de homicidios que conocemos como “tregua”?
No solo con la OEA. Creo que debemos ampliar… no solo para este fenómeno sino para todo el tema de seguridad. Estamos discutiendo la posibilidad de tener un equipo no solo con representación internacional sino con algunas personas notables del país, para que estén acompañando la política. Organismos como la OEA, el PNUD, la Unión Europea…
En lugar de sacar a la OEA sumar actores…
Sí. Si la OEA tuvo un papel importante en ese volado.
¿Van a devolver a Zacatecoluca a los líderes de las pandillas que salieron de allí para poner en marcha el proceso?
Eso tiene que ver con lo que digan los Consejos Criminológicos…
Ustedes pueden decidirlo también.
Sí, pero lo que estoy diciendo es que tenemos que hacer las cosas de manera correcta. Los equipos criminológicos son los que recomiendan los traslados.
Dígame entonces si estoy leyendo mal sus respuestas: ¿Acaso no están tratando de aprovechar el escenario que se creó con la tregua, sus aspectos positivos, reformulando el proceso y cambiándole el nombre?
Lo que tenemos que hacer es aprovechar la oportunidad de que en este país las organizaciones internacionales llegan casi todas al consenso de que la apuesta en la prevención es prioritaria. En el Asocio para el Crecimiento, por ejemplo, la prevención es un aspecto importante. Y en el tema preventivo es importante decir que necesitamos trabajar rápidamente para combatir el hacinamiento carcelario. Si no hacemos algo rápido y con la visión de que los internos sean productivos, fallaremos.
No ha respondido pero eso suena a un “sí”.
¿A qué?
A mi afirmación de que ustedes están retomando los elementos clave del proceso de los últimos dos años, quitándole el nombre y deshaciéndose de los lastres del concepto “tregua”.
Por eso yo parto de que la política ha sido correcta con problemas de implementación. Mal haríamos nosotros haciendo una política nueva. Es cierto que las políticas anteriores no han tenido los resultados deseados, pero tampoco podemos decir que absolutamente todo ha sido negativo. Hay cosas que son buenas y hay que retomarlas.
* * *
Al nuevo ministro hay mucho más que preguntarle, sobre su política carcelaria, sobre su estrategia antidrogas, sobre depuración policial o regulación de armas... pero las dos últimas respuestas las ha dado ya de pie, literalmente sacándonos de la sala porque ha de conceder otra entrevista. Quince minutos después, la periodista suiza Franziska Engelhardt le hará una de las preguntas directas que a El Faro se le quedaron en el tintero. La respuesta de Benito Lara será tan explícita que terminará de redondear lo que a nosotros solo nos ha dicho en forma sugerida:
¿Va a buscar el diálogo con la cúpula de las pandillas?
Nosotros hemos dicho que este gobierno va a platicar con distintos sectores sociales, políticos, económicos, religiosos de este país para buscar salida a los distintos problemas que tenemos. El de las pandillas es un fenómeno social, el más complejo que tiene este país. Si lo queremos conocer bien para tener estrategias acertadas hay que estar cerca, saber qué piensan para poder incidir. Si eso va a requerir que se hable para viabilizar la aplicación de nuestra política, pues hablemos con todos. Pero todo dentro de la ley.
¿Y eso incluye entonces hablar con las pandillas?
Eso incluye a todo el mundo.
Benito Lara contempla sostener un diálogo directo con las pandillas. El nuevo gobierno seguirá adelante con una estrategia que el anterior no supo explicar ni institucionalizar, y que terminó ahogada en una palabra cascarón: “tregua”. Sánchez Cerén ha anunciado que se deshará de ese cascarón; su ministro va a tratar de sacar partido de lo que tenía dentro.