Los diálogos y las negociaciones entre los grupos de pandillas, los Estados y la sociedad han tenido cierto apogeo en los últimos meses en Centroamérica. Más recientemente, en El Salvador se ha iniciado un proceso que parecería encaminado a la erradicación de la violencia provocada por las pandillas. No obstante, los logros en esta negociación siguen en discusión. Uno de los problemas que lleva al debate, posiblemente, sea la negativa del gobierno a aceptar su protagonismo en el pacto con las pandillas salvadoreñas. De fondo está el rechazo de varios sectores de la población a 'la negociación con delincuentes' versus la necesidad de una solución alterna a la violencia, dados los intentos fallidos -represivos la mayoría- para solucionar la llamada violencia pandilleril. Pero más allá de los debates sobre si el Estado debe o no acercarse a estos grupos, es urgente responder algunas interrogantes: ¿Sobre qué bases interesa a las pandillas establecer un acuerdo? ¿Qué beneficios trae, además de la disminución de homicidios, a la sociedad salvadoreña? ¿Qué se pone sobe la mesa de negociación en estas discusiones? ¿Cuáles son las medidas idóneas? Este texto recoge las experiencias de acuerdos, pactos, negociaciones y diálogos entre los gobiernos de Guatemala, Honduras, y Ecuador, y pandillas como la MS-13, el Barrio 18, Los Caballos, Los Metales, los Latin Kings y los Ñetas. Estas experiencias no siempre han terminado como negociaciones exitosas, sin embargo, muestran un camino posible para asentar la paz, el bienestar y el desarrollo de cada una de esas sociedades.
Hay diálogos de diálogos. En Centroamérica, los acuerdos de paz que se alcanzaron como solución a varios conflictos internos, fueron un proceso ejemplarizante, documentado, discutido por muchos. Pero hay otras experiencias sociales que se han documentado en Latinoamérica y Europa en los últimos años. Acuerdos con sectores sociales vinculados a las mafias, al crimen organizado, a las pandillas. A la luz de esas experiencias, podemos inferir que la negociación entre las pandillas es un proceso en el que sus miembros buscan llegar a un acuerdo entre ellos mismos, el Estado y la sociedad, con el fin de solucionar los conflictos y enfrentamientos que han desencadenado durante un tiempo determinado a causa de sus acciones. A cambio de la paz, sin embargo, la tendencia indica que las organizaciones delictivas siempre piden algo, y eso, lo que se pide, no siempre tiene el visto bueno de una sociedad cansada y desconfiada de las intenciones de aquellos que ejercieron la violencia como mecanismo de subsistencia.
En los últimos años, algunos países, en el afán de mantener el orden, la seguridad ciudadana y la paz social han innovado con medidas alternas para solucionar los problemas de violencia en sus regiones. Aquello que ahora en El Salvador ha entrado en una profunda discusión, en países como España, Ecuador, Honduras y Guatemala, ha sido una apuesta de organizaciones de la sociedad civil, iglesias y de los mismos Estados. Vale aclarar que aunque cada caso se diferencia de los otros respecto al abordaje, las incidencias y los alcances de estos acercamientos, es importante destacar un aspecto trascendental en cada uno de estos procesos: dialogar y negociar con pandillas para reducir la violencia ha dejado resultados positivos.
La historia demuestra que numerosos Estados han negociado con organizaciones que recurren a la violencia en aras de que estas dejen de poner en peligro a la sociedad. España tuvo, desde 1998, procesos de negociación con ETA (Euskadi Ta Askatasuna), organización de origen vasco fundada en 1959, durante la dictadura de Francisco Franco. Reino Unido hizo lo mismo con IRA (Irish Republican Army), una organización paramilitar que inició tras un frustrado levantamiento de los republicanos irlandeses contra las fuerzas británicas, en 1916.
En marzo de 2012, en El Salvador, inició una negociación entre el Estado y las pandillas Mara Salvatrucha (MS-13) y el Barrio 18. El gabinete de Seguridad del gobierno salvadoreño trasladó a 30 de los reos más peligrosos del país de la cárcel de máxima seguridad en Zacatecoluca, departamento de La Paz, a otras penitenciarías con controles más laxos y con vinculaciones directas a cada una de las pandillas. Ese traslado respondía a un objetivo concreto: esos 30 reos, la mayoría prominentes líderes de las pandillas MS-13 y Barrio 18, se reunieron con sus estructuras para pactar una tregua, una paz entre ambas organizaciones, que durante años han estado en guerra abierta.
A un mes de concretados esos movimientos, los resultados fueron sorprendentes. Tras la tregua entre las pandillas, el promedio de homicidios a nivel nacional bajó de 14 a cinco diarios. Sin embargo, al gobierno de El Salvador le ha costado asumir este descenso como un logro propio, porque tras cinco meses de tregua es incapaz de asumir su rol protagónico en este proceso. Al gobierno probablemente le cuesta proyectarse en un escenario desfavorable, en donde su capacidad coercitiva -y la imagen de Estado fuerte- es diezmada cuando se sienta a una misma mesa con los protagonistas de la delincuencia para encontrar soluciones en conjunto. En reiteradas ocasiones, para zanjar el tema, el presidente Mauricio Funes y su ministro de Seguridad, David Munguía Payés, han declarado que el Estado salvadoreño no se ha sentado ni se sentará a negociar con delincuentes. En su lugar, el Estado salvadoreño se ha presentado como un 'facilitador' del proceso mediador que supuestamente impulsaron un sacerdote castrense y un ex comandante guerrillero.
A El Salvador le falta mucho por lograr las exitosas negociaciones que han tenido naciones como Ecuador y España, donde las pandillas, luego de las negociaciones, han sido reconocidas como organizaciones legales y han dado su aporte a la seguridad y al desarrollo de sus sociedades.
Estos procesos han mejorado la situación de inseguridad, con altos índices de homicidios en países europeos, suramericanos e incluso en algunos centroamericanos, como Guatemala y Honduras. En unos, las treguas han tenido mejores resultados; y en otros, al menos se han dado los primeros pasos.
Guatemala, Peronia: una paz frágil y evangélica
El Estado salvadoreño ha intentado acercarse a grupos delincuenciales por medio de la Iglesia, como lo hizo en su momento Peronia, comunidad centroamericana que intentó dar un paso hacia el diálogo y la negociación en Guatemala. En Ciudad Peronia ocurrió un caso poco conocido. Esta comunidad se encuentra situada al sur de la capital guatemalteca. También es conocida como La Zona 8 de Villa Nueva. Está conformada por 12 colonias, dos caseríos, cuatro asentamientos y dos fincas. Tiene aproximadamente 60 mil habitantes, y es una población relativamente pobre constituida en 1987.
Durante la década de los noventa, Ciudad Peronia fue el escenario para que las pandillas juveniles dieran inicio a un largo período de violencia, homicidios y extorsiones. Al menos nueve pandillas reinaban los barrios, calles y colonias de Peronia, entre ellas Los Caballos, Los Metales, la Barrio 18 y la Mara Salvatrucha (MS-13). Cada una acaparaba un sector y sus deseos de empoderamiento crecían con el transcurrir de los años. En un principio, Los Caballos y Los Metales se aliaron para desaparecer al resto de las pandillas, hasta que lo lograron. Sin embargo, las dos pandillas en alianza se volvieron enemigas, y se dio paso a constantes enfrentamientos entre ambos grupos. Los asesinatos y el temor entre la población de Peronia se volvieron parte de la vida cotidiana.
Mardoqueo Fuentes, un líder evangélico guatemalteco, llegó al lugar con el fin de provocar la reconciliación entre los dos bandos. Fuentes es el pastor de la iglesia Tierra Deseable, de Ciudad Peronia. Fue enviado en 2002 por el pastor Cash Luna, de la iglesia Casa de Dios. Su objetivo principal era transformar a este pueblo por medio del evangelio. Bajo ese fin, inició como mediador en las negociaciones entre los pandilleros de Peronia. Los líderes de Los Caballos y Los Metales se reunieron el 1 de julio de 2009 en la Iglesia Tierra Deseable. A cambio de ciertos beneficios y reinserción, la iglesia pidió muestras de cambio a los pandilleros para concretar el pacto. Entre estas ofrendas estaba el desarme de los pandilleros, una petición de perdón público a todas las víctimas, asistir a la iglesia, eliminar las extorsiones a los negocios y hacer labor social.
La paz de Peronia pone en evidencia el rol de la religión en las sociedades. En el caso de El Salvador es la Iglesia Católica la que ha intervenido directamente en las negociaciones, por medio de uno de sus delegados, el obispo castrense Fabio Colindres. En esta comunidad guatemalteca la iglesia evangélica fue la encargada de dar fin a muchos años de luchas, disputas y violencia, cuando el gobierno guatemalteco ni siquiera abordó el problema.
Al momento de las negociaciones entre las pandillas de Peronia, el Estado guatemalteco no tuvo una intervención directa en el proceso. El entonces mandatario de Guatemala, Álvaro Colom, no mostró ningún interés en tratar con grupos delincuenciales. Los funcionarios de seguridad de ese entonces se desligaron por completo de la tregua que coordinaba la iglesia entre las pandillas y negaron su apoyo. Sin embargo, a raíz de la tregua iniciada este año en El Salvador, el actual ministro de Seguridad de Guatemala vio con buenos ojos aplicar esa medida en su país, aunque todavía no hay señales claras de una implementación.
En Ciudad Peronia mucha gente fue víctima en el enfrentamiento de las dos pandillas, sin embargo, a casi tres años del pacto, estos expandilleros han demostrado que sus acciones no fueron momentáneas. Sin apoyo del gobierno, la iglesia les ha brindado insumos para que se reinserten en la sociedad y que, con su aporte laboral, contribuyan al desarrollo económico y social de la comunidad. La ausencia del gobierno local es lo que más ha preocupado al pastor Fuentes, pues la ayuda ha sido mínima e incluso desde la administración pública han tratado de poner trabas al proceso que están viviendo los expandilleros.
A dos años del pacto, Los Caballos y Los Metales han logrado mantener la paz. Su conversión incluyó eliminar las extorsiones, no cometer más homicidios y abstenerse del consumo de alcohol y otras drogas. En el primer semestre de 2009, la policía de la ciudad registró, antes de la tregua, 15 muertos por arma de fuego y 17 heridos. A finales del segundo semestre de ese mismo año, después del acuerdo por la paz, la cifra bajó a dos muertos y cinco heridos por arma de fuego.
Muchas veces, la policía ha acusado a los miembros de estas pandillas de continuar delinquiendo en la zona. Sin embargo, a medida que han transcurrido las investigaciones, han descubierto que los delincuentes son personas externas a la ciudad. Los expandilleros de Peronia, junto a la iglesia, hacen una rendición de cuentas a las autoridades policiales de la ciudad para demostrar su compromiso con el pacto. Los líderes han asegurado que la violencia que reinaba en Peronia es un tema que pasará a la historia, ya que no desperdiciarán las oportunidades que la iglesia y su sociedad les han confiado.
Cuando los grupos de jóvenes expresaron sus deseos de reinsertarse en la sociedad, hicieron dos solicitudes a su mediador: no marginación y empleo en Peronia. Esto último no fue posible para todos los miembros, por lo que se vieron obligados a buscar otros ingresos, y por eso fundaron una cooperativa.
La Cooperativa de Ahorro Integral R. L. Unidos por la Paz está integrada por más de 145 socios que formaban parte de cinco clicas de pandillas. El trabajo se centró en la creación de una distribuidora para abastecer a las tiendas que existen en el sector y que antes eran extorsionadas. Para esto lograron que varios mayoristas les dieran precios especiales y un tiempo de crédito. Hasta la fecha manejan 90 productos.
Con el tiempo ha incrementado el ingreso de ruteros y proveedores de productos de consumo masivo dirigidos hacia las tiendas de la comunidad. Esta cooperativa se ha convertido en la plataforma económica para los expandilleros. En la actualidad, los esfuerzos se centran en obtener mayor capital para crear más proyectos de desarrollo para la comunidad. Aunque por el momento no se ha logrado crear muchas plazas de trabajo directas en la cooperativa, este año se espera capacitar y conseguir empleo para todos sus socios.
Para el experto guatemalteco Emilio Goubaud, Director de la Alianza para la Prevención del Delito, hay varios puntos que es importante tener en cuenta en el ejemplo de Ciudad Peronia. El primero es que los jóvenes que hicieron el acuerdo no se identificaron con las pandillas MS-13 o Barrio 18; con lo cual cabría repensar si una ventana de este tipo es factible con estructuras delictivas más organizadas. El segundo es que fue de mucha importancia el papel del pastor que trabajó y obtuvo la confianza de los jóvenes. El tercero es que gran parte del éxito tuvo que ver con el seguimiento y el apoyo de parte de algunas fundaciones internacionales. En cuarto lugar, que el mayor problema ha sido que el Estado ha continuado con la persecución policial y penal, capturando como sospechosos de cada crimen a aquellos expandilleros sumergidos en el proceso de cambio. Para Goubad, el futuro de este acuerdo es incierto. 'Hasta ahora siguen haciendo falta respuestas laborales para ellos, atención del gobierno. Aunque han salido de la dinámica violenta, los que vienen atrás no tienen respuestas oficiales'. La ausencia de voluntad política del Estado es un vacío que debe enfrentarse en esta experiencia.
Al igual que en Ciudad Peronia, los pandilleros salvadoreños han hecho un llamado en reiteradas ocasiones a la empresa privada para que genere empleos a los pandilleros que lo necesiten. Mauricio Funes, presidente de El Salvador, exhortó a los empresarios salvadoreños a brindar trabajo a los pandilleros dispuestos a reinsertarse a la sociedad. Esta medida contribuye a que los grupos delincuenciales pierdan fuerza. Funes expresó que tanto el gobierno como la empresa privada deben dar su aporte a este proceso que vive el país.
En Guatemala, pese a la experiencia de Ciudad Peronia, el gobierno se ha negado a entablar alguna negociación con estos grupos delictivos. En los últimos días, el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, ha reiterado en varias ocasiones que su gobierno no está dispuesto a dialogar con las pandillas.
Honduras: la negociación que no fue
Otra experiencia centroamericana es la de Honduras. En 2004, el entonces presidente Ricardo Maduro dio los primeros pasos hacia una negociación con líderes del Barrio 18 y la MS-13, pero se vieron interrumpidas a mediados de año después del asesinato de dos de los principales líderes de dichas pandillas, quienes participaban en el inicio de esa tregua.
En 2006, organizaciones no gubernamentales (ONG) y representantes de las iglesias retomaron el proceso frustrado de 2004 y reiniciaron los diálogos con miembros de las pandillas con más fuerza.
No obstante, Álvaro Romero, quien fungiera como ministro de Seguridad, advirtió que el Estado hondureño no estaba siendo partícipe en ese diálogo que estaban iniciando dichas organizaciones. Romero decía que el gobierno no podía negociar con grupos criminales, y que estos grupos debían cumplir con la ley hondureña.
Un lustro después, a mediados de 2011, los pandilleros hondureños expresaron sus deseos de entablar una negociación con las autoridades. Los líderes de la pandilla 18, encarcelados en la prisión de Támara, aseguraron querer arreglar las cosas por medio del diálogo, como personas civilizadas.
Según publicaron algunos medios hondureños, la condición de los líderes de las pandillas era que cesaran los arrestos y que se respetaran sus vidas. Nuevamente, la Iglesia Católica jugó un papel preponderante en esta nueva negociación. De acuerdo con monseñor Rómulo Emiliani, quien fuera mediador en los tres intentos de diálogo, las negociaciones partían 'del cese del arresto y persecución de los miembros de las pandillas solo por estar tatuados y garantías de que no se atentaría contra los cabecillas'.
A finales de julio de este año, los pandilleros hondureños entraron en contacto con pandilleros salvadoreños para conocer sobre el proceso de negociación y las posibilidades de llevarlo a cabo en Honduras. Sin embargo, es evidente que si bien hay estructuras similares, la actuación de cada pandilla está anclada en una realidad local que debe ser revisada. El actual ministro de Seguridad de Honduras, Pompeyo Bonilla, ha dado el visto bueno al proceso que maneja El Salvador en relación con la tregua con las pandillas, pues ha afirmado que es significativo, una experiencia que vale la pena replicar en su país. Pero las autoridades hondureñas aún no implementan ningún plan para disminuir los homicidios que han colocado a ese país centroamericano a la cabeza de las naciones con más homicidios en el mundo. Según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, para 2011, la tasa de homicidios en Honduras fue la más alta del mundo, con 82 homicidios por cada 100 mil habitantes. En 2012 Los índices continúan al alza y las soluciones de seguridad aún no se vislumbran.
De España a Ecuador: personería jurídica y reconocimiento para los Latin Kings
Una de las experiencias que ha recibido mayor atención mediática en el campo de las negociaciones entre grupos criminales es la ecuatoriana. Desde España hasta Ecuador, los Latin Kings han conseguido firmar distintos acuerdos de paz con sus enemigos públicos, los Ñetas, pero también con los gobiernos de Cataluña, en España, y con el presidente Rafael Correa, en Ecuador, hasta obtener la personería jurídica en ambos países.
Los Latin Kings son una pandilla cuyos orígenes se remontan a la década de 1940, en los Estados Unidos. Migrantes sudamericanos, defendiéndose de las persecuciones que enfrentaban los indocumentados en dicho país, daban asilo a los recién llegados al país que no tenían familiares a dónde acudir. El fenómeno se instaló en Ecuador a principios de 1990. Y desde ahí, se extendió hacia otros países americanos y europeos.
Los Ñetas, la Asociación Proderechos de los Confinados de Puerto Rico, fue fundada por Carlos Torres Iriarte, conocido como 'La Sombra'. La Asociación nació y se desarrolló en las cárceles de Puerto Rico y desde ahí se transformó en una organización de la calle. Se movió hacia Ecuador y otros países, por ejemplo España e Italia.
Las pandillas en Ecuador y España transitaron por varios procesos que las condujeron a ser las organizaciones que son ahora. Los pandilleros fueron paso a paso: entregaron las armas de las que disponían, pidieron perdón a las víctimas y pidieron que se les diera trabajo, porque querían formar parte de la población económicamente activa. Por parte de los mediadores se dieron procesos como entender los escenarios en los que se mueven las pandillas, conocer a los líderes, impartir cursos académicos, interactuar con ellos e incitarlos a convivir con otros pandilleros, aceptación de estas personas a la sociedad, reinsertarlos o invitarlos a que practiquen algún deporte.
El proceso de negociaciones se inició en España, a partir del asesinato de un joven ecuatoriano en octubre de 2003. Este hecho violento desató una discusión intensa en los medios de comunicación y el miedo en muchas personas. El Ayuntamiento de la ciudad catalana inició en 2004 un proceso basado en el conocimiento a profundidad de la situación de las bandas juveniles, esto permitió tomar mejores decisiones para las políticas públicas; una decisiva respuesta para prevenir, antes que el problema se hiciera más grande; búsqueda de soluciones sociales, al partir de que el problema de estos jóvenes es un problema social. En agosto de 2006, los Latin Kings se transformaron en la Asociación Cultural de Reyes y Reinas Latinos de Cataluña.
En Ecuador, en agosto de 2006, los Latin Kings firmaron un acuerdo de paz con los Ñetas. Pero este acuerdo hubiera sido imposible si en paralelo al proceso de reconversión de los Latin Kings no hubiera ocurrido algo similar con los Ñetas. Los miembros de esta organización se reinsertaron a la sociedad ecuatoriana, de manera notable, gracias al apoyo de la organización Ser Paz, dirigida por la exreligiosa Nelsa Curbelo. El cambio ocurrió en la costeña ciudad de Guayaquil, la más grande y poblada del Ecuador, con más de dos millones de habitantes.
En un trabajo que ha llevado años, Nelsa Curbelo (Uruguay, 1941, nacionalizada ecuatoriana), ha llevado a cabo un trabajo de intervención con los Ñetas y mantiene ciertos acuerdos con los jóvenes de los barrios que han llevado a disminuir la delincuencia en un 60 por ciento. Su trabajo la llevó, en 2005, a ser nominada al Nobel de la Paz.
Con el proceso ecuatoriano y catalán, dirigido a atacar positivamente -mediante el reconocimiento jurídico y el ofrecimiento de apoyos- a los Latin Kings y a Los Ñetas, podemos entender a cabalidad qué hay detrás de una negociación con grupos delincuenciales. Para que se dé, es necesaria la participación de tres sectores: el Estado, la sociedad afectada y el grupo que desea reinsertarse a esa sociedad. Es un triángulo que debe estar unido por un fin común: la paz y seguridad de las y los habitantes de las comunidades afectadas por la violencia y la delincuencia.
El académico de FLACSO Mauro Cerbino acompañó a los Ñetas y los Latin Kings en sus pasos para iniciar las negociaciones, tanto en Barcelona como en Quito, en donde a la luz de la experiencia catalana decidieron iniciar un largo proceso de discusión que culminó con el apoyo del gobierno de Rafael Correa. 'Desde el momento en que nosotros entramos en contacto con ellos, los líderes y también las bases nos formularon el hecho de que nos permitían realizar la investigación y entender de qué se trataba el fenómeno, pero a cambio pedían salir de la clandestinidad, que no fueran perseguidos, que pudieran reunirse libremente en los parques, que la Policía no los reprimiera, después comenzaron a pedir paulatinamente el acceso a recursos', señala Cerbino.
Tras ese proceso de cambio, el 22 de agosto de 2007, la Corporación de Reyes Latinos y Reinas Latinas del Ecuador fue legalmente establecida. De este modo, el gobierno del presidente Rafael Correa otorgó personería jurídica a los Latin Kings, convirtiendo este proceso en un 'paso histórico' con el fin de evitar la violencia. El periódico ecuatoriano El Universo señala que los procesos de negociación iniciaron en 2005, cuando Correa aún no era presidente, y terminaron en 2009.
Borrador de lecciones y preguntas para el camino
¿Se puede aprender de estos procesos de negociación, de sus éxitos, sus límites, sus caminos esbozados? Dejamos acá tres lecciones que se evidencian y algunas preguntas que como sociedad quizá es importante que formulemos.
Las lecciones. Primera, es necesario un conocimiento real de la situación de los jóvenes y sus bandas, pandillas, asociaciones, maras. Es necesario reconocer a los jóvenes como actores sociales y estudiarlos. Los medios de comunicación, los investigadores, la sociedad, las familias, las víctimas, todos tienen vivencias y conocimientos que aportar para que la sociedad comprenda que el fenómeno de la violencia y la inseguridad es complejo, para que entendamos a cabalidad cuál es el papel que estas organizaciones han tenido. No se puede jugar a las cifras e inventar datos. No se puede decir lo que se cree que los jóvenes hacen o piensan, dicen o planean. No se puede trabajar con base en el miedo, los mitos, los prejuicios. La primera lección es construir conocimiento.
Segunda lección. Involucrar a los distintos actores sociales. Construir acciones para frenar la espiral de violencia que vivimos implica reconocer que hay ciertas estructuras sociales que han propiciado que los jóvenes se involucren en prácticas cada vez peores. La intervención tiene que darse en muchos ámbitos. Tiene que haber personas dispuestas a trabajar de nuevo con estos jóvenes, como en Peronia, en Quito, en Guayaquil.
Tercera lección. Si las abuelas dicen que 'para un conflicto se necesitan dos', lo mismo se puede decir para un proceso de negociación: se necesita que las dos partes crean en ello. Y esto implica dejar las reglas claras. Si las negociaciones son oscuras, si en el fondo no se sabe si lo que se está propiciando es una pax mafiosa, como ha señalado el asesor de Naciones Unidas, Edgardo Buscaglia, difícilmente se abrirá un camino. Se requiere de la buena voluntad de las organizaciones de jóvenes, pero también de las distintas instancias gubernamentales y civiles involucradas en la consecución de procesos de pacificación social. Si los policías no creen o abusan de su poder, si los académicos no investigan, si los medios de comunicación no hacen una cobertura honesta del proceso, si desde las cárceles continúan los abusos o si los funcionarios no dan cuentas claras de qué es lo que se está haciendo y la información no fluye, la reconciliación se vuelve difícil. Y estas negociaciones requieren tiempo. No días, sino años, como muestran los casos de Ecuador y Guatemala. Muchas horas para pensar, para construir los puentes, para asegurar que no habrá marcha atrás, aunque esta siempre sea posible.
¿Vale la pena? Muchos de los lectores de El Faro lo han señalado en estos espacios. Por cada persona que vive en vez de morir vale un poco la pena. ¿Podremos llevar a cabo un proceso de negociación que nos lleve a una nueva paz, a un tiempo más transparente y sereno? ¿Seremos capaces, como sociedad, de pagar el precio que esa paz implica? ¿Qué lecciones hemos aprendido de los anteriores procesos de negociación que como sociedad hemos vivido? Hay todavía muchas deudas pendientes en la memoria, muchas heridas que no se cerraron. ¿Lo conseguiremos esta vez? Hay un proceso inicial del que todavía tenemos poca información y hacia el que debemos estar atentos.
* Este especial se realizó con el apoyo de la Friedrich Ebert Stiftung, en San Salvador, El Salvador. El contenido es de exclusiva responsabilidad del autor y no refleja necesariamente el pensamiento de la Friedrich Ebert Stiftung. Se permite, previa autorización, la reproducción del contenido, en partes o completo, con la condición de que se mencione la fuente.