Geovani estacionó su motocicleta en la acera, frente al edificio del servicio social pasionista, en la Avenida Montreal, de Mejicanos, mientras era observado por su asesino. Cuando Geovani notó su presencia, el gatillero estaba a unos pasos. Lucharon unos segundos y Geovani recibió el primer balazo en la parte posterior de la cabeza, cuando intentaba embestir a su asesino para arrebatarle el arma. Cayó de rodillas. El gatillero le remató de un balazo y escapó. En la acera quedaron el casco y las llaves de la motocicleta.
Desde el segundo piso, el padre Antonio Rodríguez alcanzó a ver el momento en que el tirador escapaba y se volvió para echar un último vistazo a su obra. Cuando bajó a la calle, el cadáver de Geovani aún no se había terminado de desangrar y de su cabeza manaba un manto caudaloso de rojo intenso.
El padre Antonio Rodríguez dirige un programa de rehabilitación y reinserción de pandilleros en Mejicanos y Geovani era fruto de su esfuerzo y el argumento al que más recurría como prueba de éxito de su programa de rehabilitación. Geovani Morales era panadero de oficio, aunque la mayor parte de su vida se la entregó a la Mara Salvatrucha, que lo había rebautizado como El Destino. El Destino era hombre de abolengo en la pandilla, su legado era –es- legendario y gozaba de admiración y respeto. El padre Antonio Rodríguez lo había empleado como coordinador de su programa y su trabajo consistía en encontrar pandilleros con deseos de dejar la vida criminal y orientarlos para poder hacerlo.
Aún con el cadáver en la acera, el padre Antonio Rodríguez se aventuró a interpretar aquel hecho. Aseguró que en realidad El Destino fue un instrumento, usado por quienes, desde las sombras, querían enviarle un mensaje: cállate la boca.
Al día siguiente perfeccionó su interpretación y le agregó nombres propios: dijo que a él lo querían amedrentar el obispo castrense, Fabio Colindres, y el exdiputado Raúl Mijango, que median en la tregua pactada entre las pandillas MS-13 y Barrio 18. 'Espero que no, pero como pase algo a mi integridad física, responsabilizo a Raúl Mijango y al obispo castrense Fabio Colindres de mi muerte o de cualquier amenaza'.
En la lógica del padre Antonio Rodríguez esa sangre había sido derramada debido a sus críticas feroces contra la tregua. 'Le pido al señor Mijango, que ha hecho una nueva guerrilla, que venga. Si tanto quieren hablar de reinserción que vengan aquí. No ha venido Colindres, no me ha llamado, no ha tenido ningún acto de caridad cristiana con mi persona. Esta es una negociación perversa. Al país lo han sumido en una auténtica paz mafiosa'.
Con los días, teniendo la atención y los altoparlantes de los medios de comunicación, incluyó al presidente en el entuerto: “Los mediadores y el presidente (Mauricio Funes) nos piden que seamos obedientes a la tregua y que aceptemos todo lo que están haciendo ellos. Nos están pidiendo a la fuerza que obedezcamos y en un país como este donde la seguridad pública es fallida, lo mejor que podemos hacer si no queremos perder la vida es aceptar esta manera tan dictadora de hacer política”.
El presidente de la República, que es muy poco dado a recibir un agravio sin responderlo, arremetió contra él y le llamó paranoico e irrelevante. Mijango también encontró palabras para él: dijo que los esfuerzos del padre Antonio Rodríguez eran ridículos y con resultados ínfimos y que si él cuestionaba la tregua era porque tenía la intención de seguir viviendo de la guerra entre las pandillas, engañando a la cooperación extranjera para que le diera dinero para sus proyectos.
Así estaban las cosas.
El jueves 7 de marzo, en el local del Tabernáculo Bíblico de la colonia San Luis Mariona, estaba siendo velado el cuerpo reconstruido de El Destino. Sería sepultado al día siguiente, fecha del primer cumpleaños de la tregua entre pandillas. Aquella noche de jueves habían acordado encontrarse en el velorio el padre Antonio Rodríguez y Raúl Mijango.
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Antonio Rodríguez se hizo famoso el 7 de septiembre de 2010 por proponer que el gobierno dialogara directamente con las pandillas. Desde que lo hizo, la opinión pública lo conoció como el Padre Toño, el vocero de las pandillas, el que les llama “muchachos”, el amigo de mareros. Los medios de comunicación y el gobierno aplastaron la sola idea planteada por el Padre Toño y de paso lo aplastaron a él.
En aquel año las cosas eran diferentes: la facción revolucionaria de la pandilla 18 había horrorizado al país quemando vivas a una veintena de personas junto con el microbús en el que se transportaban; el general David Munguía Payes vestía uniforme camuflado y verdeolivo, era ministro de defensa y desde su despacho arengaba al gobierno a ser más macho contra las pandillas, a decretar estados de excepción focalizados, a suprimir la libertad ambulatoria, a suspender los derechos constitucionales… el presidente Funes anunció la creación de la ley de proscripción de pandillas; los pandilleros reclusos se habían amotinado en las cárceles y como respuesta el gobierno apretó con fuerza la ya angustiante vida de los presos, quitándoles el derecho a la visita íntima, a la visita de menores de edad, de comida externa y reduciendo a mínimos el derecho a recibir dinero. En ese momento todavía parecía ficción la sola posibilidad de que la MS-13 y la pandilla 18 llegaran a acuerdos y por eso fue tan sorprendente cuando la población descubrió que sí podían: ambas pandillas organizaron un comunicado público en el que amenazaban al país y decretaron un paro de transporte público y de comercio que paralizó a buena parte de El Salvador.
En medio de ese contexto fue que a Antonio Rodríguez se le ocurrió ir a un programa de televisión y leer un comunicado que firmaron las dos pandillas. No bastándole, propuso que el gobierno dejara de pelear frontalmente contra estas estructuras criminales y que se sentara a escucharlos y entablara un diálogo oficial con “los muchachos”. Al principio, aquel tipo de ojos claros y acento español causó estupor con semejante disparate, luego rabia. El gobierno lo expulsó de la comisión oficial de búsqueda de niños desaparecidos durante la guerra y el presidente Funes ordenó una investigación en su contra. Se convirtió en un paria.
Por eso, dos años después, cuando El Faro reveló que el gobierno había negociado con una treintena de líderes pandilleros la reducción de los homicidios a cambio de trasladarlos del penal de máxima seguridad a otros de menor rigor y relajar la agobiante vida carcelaria, resultaba lógico para los periodistas ir a consultarle su opinión a aquel cura que dos años atrás había propuesto algo parecido. Y resultó que al cura todo aquello le parecía un peligroso disparate, un entramado mafioso, diseñado por mentes mafiosas.
El Padre Toño volvió a recibir mucha atención mediática, de tanques de pensamiento extranjeros que buscaban entender qué cosa estaba pasando en El Salvador, de embajadas… y a todos les repetía lo mismo, “esta paz es mafiosa”:
“La tregua está basada en una estrategia de chantajes: Me dan, si les doy; les doy para que me den. Me parece infantil la relación entre los mediadores, el gobierno y las pandillas”.
“Las personas tienen que cambiar porque están convencidas de que matar no es correcto. No creo que sea conveniente aceptar que una persona ofrece dejar de matar a cambio de más visitas íntimas o más televisores. Es nefasto”.
“Culpabilizo a un Estado a quien el estado de derecho no le permite hacer este tipo de negociaciones. El beneficio de salir de Zacatecoluca, por ejemplo, no estaba dentro del margen del estado de derecho”.
“Esta reducción de homicidios no es una mejora de la seguridad pública, es una mejora estadística. Cuestionable incluso si se quiere, por el maquillaje y la concentración de las estadísticas en una sola persona: el ministro de Justicia y Seguridad del país”.
“¿Por qué no entramos a una tregua con el narcotráfico, si genera la misma violencia? ¿O es que ya la han generado? Si han hecho una tregua con un grupo implicado en un porcentaje de los homicidios del país, entonces intuyo que la política de seguridad estará orientada en estrategias de negociación con todos los actores implicados y vinculados al crimen y delincuencia del país. ¿Quién nos dice que no pueden hacerlo con el crimen organizado, con los tratantes de personas, con los narcotraficantes?”
“Yo prefiero no lograr ciertas cosas a lograr otras con metodologías mafiosas”.