Entrevistas / Pandillas
“Hoy toca que los sedientos de sangre, los de las pandillas y los del gobierno, se sacien”

El nombre ‘Raúl Mijango’ genera sarpullidos en buena parte de la sociedad, pero hay un hecho innegable: pocas personas conocen tan bien a las pandillas salvadoreñas como él. En esta entrevista, quien fuera la cara visible de la Tregua se despide de su creación y culpa a Estados Unidos, al fiscal Luis Martínez, al exministro de Seguridad Ricardo Perdomo y al FMLN de dinamitar el proceso. También denuncia falta de voluntad en las pandillas.


Fecha inválida
Roberto Valencia y Carlos Martínez

Raúl Mijango apaga y cierra. Aunque él prefiera matizarlo, el último entusiasta de la negociación con las pandillas como mecanismo para frenar la violencia entrega las llaves de su oficina de mediador y busca otras batallas para dar. Otras que no estén perdidas.

En esta entrevista, Mijango deja en el cubo de la basura lo poco que él entiende por diplomacia y lenguaje políticamente correcto: los “gringos”, dice, fueron los principales conspiradores contra el proceso del que se considera padre, ayudados por funcionarios ansiosos por simpatizarles, como el fiscal general Luis Martínez o el exministro Ricardo Perdomo.

Raúl Mijango, mediador de la inicitaiva conocida como la Tregua, que estuve vigente entre marzo de 2012 y enero de 2015. Foto Marvin Recinos (AFP).
 
Raúl Mijango, mediador de la inicitaiva conocida como la Tregua, que estuve vigente entre marzo de 2012 y enero de 2015. Foto Marvin Recinos (AFP).

Asegura haber adquirido con la experiencia acumulada como mediador la habilidad de “profetizar” lo que iría ocurriendo y, por raro que suene, algunos vaticinios le dan la razón: advirtió de que, de terminarse la Tregua, los asesinatos se duplicarían o triplicarían. Y pasó. Advirtió de que las pandillas entrarían en una sangrienta anarquía. Y pasó. Ahora que la Tregua se ha terminado, advierte de que habrá que esperar cinco o diez años muy violentos antes de que alguien se atreva a mencionar el diálogo con los pandilleros como una opción.

Por lo pronto, ha vaciado su oficina, se ha llevado los reconocimientos, los diplomas elaborados por los mismos pandilleros, un mapa nacional con pinchitos de colores que indicaban los municipios que ya habían intervenido y aquellos en los que pensaban intervenir, y un cartelito que rezaba ‘No te des por vencido, ni aún vencido’.

Desde 2012 usted ha sido un optimista de la Tregua; en las vacas gordas, en las vacas flacas y en las vacas esqueléticas. ¿Qué le convenció de que el proceso había llegado a un callejón sin salida?
En marzo de 2012 se abrió la oportunidad de iniciar un proceso para resolver el problema de la violencia. Fueron 15 meses intensísimos, en los que hicimos mucho más que lo que habíamos previsto. Creo que en el futuro, cuando se analice la violencia, habrá que analizarse el ‘antes de la Tregua’ y el ‘después de la Tregua’. Se demostró que el problema de la violencia tiene solución cuando se aborda de una manera diferente al simple hecho de reprimir.

¿Cómo influyó la campaña presidencial en que la Tregua fracasara?
Las dos formaciones mayoritarias, FMLN y Arena, tenían plena conciencia del peso electoral que representan los grupos pandilleriles, y sobre todo los núcleos sociales que giran alrededor de ellos. No es ningún secreto que en esos meses previos a las elecciones los dos partidos quisieron ganarse esos votos. Tras la victoria en segunda vuelta de Salvador Sánchez Cerén, se abrió un capítulo diferente en el país. En el caso particular de las pandillas, esa victoria llenó de esperanzas de que se podía reactivar el proceso; no solo porque fuera un gobierno de izquierda, sino porque entiendo que habían mantenido conversaciones privadas, y un elemento que siempre estuvo sobre la mesa era generar facilidades para la continuidad de este proceso.

¿Conversaciones entre el FMLN y las pandillas?
Así es.

¿Conversaciones entre el gobierno entrante y las pandillas?
Por supuesto.

¿Eso que afirma es una suposición o tiene pruebas?
Sé que hubo reuniones de líderes de las pandillas con el Frente, y que sobre la mesa estaba la continuidad del proceso.

¿Lo cree o lo sabe?
Lo sé. Y esas conversaciones llenaron de expectativas a los pandilleros, expectativas que se revirtieron negativamente, con creces, cuando el nuevo gobierno asumió el control del Estado y la dirección política en el tema de violencia resultó completamente diferente a lo que se había hablado.

Mayo de 2014, el mes previo a la toma de posesión de Sánchez Cerén, resultó muy violento. ¿Cómo se explica si las pandillas tenían fundadas esperanzas en el nuevo gobierno?
Las explicaciones que en aquel momento escuché giraban alrededor de que las acciones represivas que impulsaba el entonces ministro de Seguridad Pública, Ricardo Perdomo, provocaron esa reacción. Y el argumento del que se me informó fue que había que esperar a que Perdomo saliera del escenario, porque era el que de alguna manera ennublecía la posibilidad de retomar el proceso.

¿Usted no incluye el año de Perdomo (junio de 2013 a mayo de 2014) como un tiempo en el que estuvo vigente la Tregua?
Para nada. 2013 resultó ser el año en el que más se redujeron los niveles de violencia, pero, si hacés cuentas, fue por la primera mitad del año.

Pero durante todo 2014 usted siguió hablando de la Tregua como un proceso vivo.
Porque lo que a mí me habían dicho era que el nuevo gobierno tenía la idea de continuar, y eso a mí me generó una expectativa de que, si bien el proceso había entrado en crisis, se podía revitalizar. Ese era el sustento del optimismo que yo expresaba.

¿Usted medió entre los delegados del FMLN y los líderes de las pandillas? ¿Los puso en contacto?
No. Yo en ese tipo de cosas me he cuidado mucho, porque el factor político es el que más daño le puede hacer a cualquier acción que busque resolver el problema de la violencia. ¿Por qué? Porque los partidos, en un espectro tan polarizado como el salvadoreño, siempre quieren sacar ganancia política. Por eso siempre hice un esfuerzo por tratar de mantenerme semineutro, porque estaba convencido de que para que el proceso fuese exitoso, había que territorializarlo. Y en el terreno hay que trabajar con alcaldes de los diferentes partidos, y yo no me podía parcializar. Además, el Frente podía interlocutar directamente, sin mediadores, y así lo hicieron. Yo no participé en esas conversaciones, aunque por supuesto que me informaban de inmediato; incluso escuché grabaciones que se hicieron...

¿Hay grabaciones de esos encuentros entre dirigentes del FMLN y voceros de las pandillas?
Las hay. Yo no las tengo, pero las he escuchado.

¿Quiénes dentro del FMLN participaron en esas reuniones?
[Guarda un par de segundos de silencio] Participó gente con capacidad de decisión. Hasta ahí les puedo decir.

La persona que lea esto puede pensar que usted todo lo está inventando para ensuciar el nombre del FMLN.
No, porque lo mismo puedo decir de Arena. También hubo representantes de ese partido con capacidad de decisión que tuvieron conversaciones con las pandillas; incluso se filtraron fotografías de alguno de esos encuentros. ¡Y eso no es malo! Si un pandillero está en libertad y no hay ningún proceso penal abierto en su contra, es una persona en situación de legalidad y se puede hablar con ella.

¿Por qué omite los nombres de los negociadores de los partidos?
Porque yo no estuve en esas reuniones. Supe de ellas por otras vías. Quienes tendrían que explicar eso son los que estuvieron ahí: los representantes de las ranflas nacionales de las pandillas, y la gente con poder de decisión en ambos partidos. Pero vamos al punto: el punto es que se cultivó una expectativa de que el proceso se podía reactivar en beneficio del país, y digo del país porque nadie me va a decir que tener 30 homicidios diarios es mejor que tener 5, ¡eso no lo voy a creer yo nunca! Entonces, había posibilidades de bajar de nuevo los asesinatos. ¿Cuándo se agotó esa posibilidad? Cuando en enero de 2015 se da la fatídica declaración de Sánchez Cerén que fue interpretada por las pandillas como una declaración de guerra. Y ahí todo ha ido a peor, hasta la situación que tenemos hoy.

La segunda mitad de 2014 fue un período de indefinición...
Hubo una especie de silencio sobre el tema.

En septiembre se presentó el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia, y usted dijo que había que darle el beneficio de la duda.
Hoy yo siento que las posibilidades de construir paz en el país se han agotado, y ahora toca esperar a que los sedientos de muerte y de sangre, tanto en las pandillas como en el gobierno, se sacien y vuelvan a considerar que es necesario trabajar por la paz. ¿Eso cuánto tiempo va a durar? No sé pero, en la experiencia que conocí y viví en el conflicto armado de los ochenta, fueron diez años y más de 50,000 muertos. En 1982 se hizo la primera propuesta de búsqueda de soluciones negociadas, pero en aquel momento las dos partes creyeron en la victoria militar. Es igual que ahora, que el gobierno está tratando de buscar una victoria militar, mientras que una vía negociada permitiría ahorrar tiempo, ahorrar muertos y ahorrar sufrimientos, y resolver el problema de una forma eficaz, como ya demostramos en 2012.

¿Por qué siempre le gusta hacer paralelismos entre la guerra civil de los ochenta y el fenómeno de las pandillas?
Porque , en mi opinión, son conflictos similares; no en el plano político-ideológico, pero sí en que las causas sociales que los generaron son las mismas.

Pero usted está consciente de que esa comparación ofende a muchas personas que en su día fueron guerrilleros...
Sí, a los que hoy están en el gobierno y les toca defender el status quo. ¡Yo no! Yo no estoy obligado a defender la Constitución. ¡No estoy obligado! ¿Por qué? Porque yo no comparto el sistema económico y político que surge de la Constitución, que es de carácter plutocrático, diseñado para favorecer a las clases dominantes. Yo creo que hay que transformar el sistema, y todos teníamos expectativas de que, parangonando a Schafik, cuando la izquierda llegara al poder, iba a buscar transformarlo desde adentro, pero hemos sido testigos, en los últimos seis años, de que el sistema terminó transformando a la izquierda.

¿No le parece un poco reduccionista afirmar que las razones que nos llevaron a la guerra civil son las mismas que alimentan el fenómeno de las maras?
Es que no hay que ver las pandillas solo como grupos criminales, sino como un fenómeno social. Y cuando las ves como un fenómeno social, por supuesto que las causas que las mueven son de carácter estructural, como en la guerra. Esas causas han incidido no solo en que el problema se haya generado, sino también en su desarrollo, en su crecimiento y en que las pandillas nos tengan en la situación en la que estamos como país: sometidos. La violencia que generan este tipo de grupos es una consecuencia del modelo socioeconómico y político que tenemos.

Usted dice ahora que la Tregua terminó en junio 2013. ¿Qué razones objetivas hay para tirar la toalla hoy, que no las había en julio de 2013 o a lo largo de 2014?
Han ocurrido cosas que me permiten sustentar esa creencia. El primer hecho es que hubo una expresión oral del presidente en la que privilegió la búsqueda de soluciones represivas y expresó que no hay espacios para ningún tipo de diálogo, mucho menos para entendimientos con las pandillas. Otro elemento es que, desde cuando se me privó de la oportunidad de interlocutar con las pandillas, yo he insistido en la idea de comprometerlas a que inicien un proceso unilateral que ayude a transformar esta situación, que sean los pandilleros los que asuman la bandera de trabajar por la paz. Y en un llamado vehemente que hice hace poco, reté a las pandillas: les pedí que desarrollaran un proceso de reducción de violencia sin pedir nada a cambio. ¿Y qué respuesta tuve? Un incremento significativo en las cifras de asesinatos.

Las cifras de homicidios lo convencieron de que las pandillas tampoco querían dialogar.
Me convencí de que no querían iniciar un proceso unilateral. Ellos se sienten agredidos por el gobierno, y se sienten con derecho de respuesta. La consecuencia es que las dos partes han optado por la violencia, y en esas condiciones no queda espacio para trabajar por la paz. Para el diálogo se necesita voluntad política, y hoy esa voluntad no la ves ni en el lado del gobierno ni en el de las pandillas. Cada uno tiene su propia justificación, pero al final todo se reduce al hecho de que no existe voluntad. ¿Por qué? Porque las cosas son cada vez más complejas. En 2012, para controlar el problema de violencia en el país, lidiábamos con seis grupos: la MS, las dos 18, la Mao-Mao, La Mirada y La Máquina. Con todo lo que ha pasado, hoy tenés que lidiar con 700 clicas. Cada grupo, por la estrategia equivocada con la que se está combatiendo el problema, ha generado un nivel de… de… ¿cómo te diría yo?

¿De atomización?
Atomización no. Como de… anarquía, una anarquía en la que han caído cientos de grupos que antes respondían a las directrices de las ranflas nacionales, pero que ahora operan de forma autónoma, unidas solo por la idea de practicar la violencia. Con estos niveles de anarquía, desarrollar un proceso de reducción de violencia, con la amenaza además de que buscar la paz pueda ser tipificado como acto de terrorismo por la Fiscalía, pues yo al menos he concluido que espacios para trabajar ya no hay.

Foto Marvin Recinos (AFP).
 
Foto Marvin Recinos (AFP).

Regresemos al relato cronológico del final de la Tregua. ¿Hubo algún detonante que llevó al gobierno a, de la noche a la mañana, proscribir el diálogo como opción?
En esos meses desde que llega al poder Sánchez Cerén y hasta que termina el año, lo que se oía es que el gobierno de Estados Unidos estaba presionando para cerrar la opción de la vía dialogada. Había una enorme exigencia para regresar a los líderes al recién construido Sector 6 del penal de Zacatecoluca, mucho más estricto. Lo financió Estados Unidos, y por eso estaba exigiendo que el gobierno lo ocupara.

¿Usted da crédito a esas teorías?
A mí me vinieron a decir eso. Después, está el elemento de la presión por los fondos del Fomilenio II. Después apareció la presión de los recursos que Estados Unidos ofrecía por la Alianza por la Prosperidad del Triángulo Norte. En ese sentido, en la medida que aumentaban los ofrecimientos de recursos de Estados Unidos, eso ha ido comprometiendo al gobierno a tener una política que tuviera contento a su principal financiador.

¿Cree que la Embajada de Estados Unidos tuvo un rol de boicot al proceso?
¡Por supuesto! Hasta el punto que Estados Unidos me ha endemoniado a mí.

¿Endemoniado? ¿Le denegaron la visa, como se la deniegan a miles de salvadoreños?
A mí, a mi exesposa... Hace poco fui a Europa y, estando ya en el avión a punto de despegar, de repente llegan unos oficiales gringos a sacarme y empiezan a tomar fotos de todos los documentos que yo llevaba, inclusive las cartas de invitación. Y cuando venía de regreso, no pude entrar por Panamá porque Estados Unidos lo pidió y me tocó quedarme pendejeando en un aeropuerto en Europa, y me tuvieron que cambiar la ruta para aterrizar en Costa Rica, porque en Panamá ya no podía. Pero yo todo esto lo asumo, porque toda la vida he sido un hombre dispuesto a pagar los costos de sus decisiones, y Estados Unidos me está cobrando que, por el proceso que iniciamos, al FBI se le afectó su trabajo en las cárceles salvadoreñas.

¿Cómo se le afectó el trabajo al FBI?
Ellos tenían informantes pandilleros en los penales, y varios mandaron a la mierda al FBI. Esos líderes les dijeron que por años solo paja les habían dado y que era más útil para el país apoyar el proceso. Se cerraron tanto que hubo momentos en los que los representantes del FBI nos pidieron a nosotros que mediáramos para que sus antiguos informantes los recibieran y hablaran con ellos. ¿Qué pasó después? Los mismos presos me dijeron que yo no fuera pendejo, que no volviera a ayudar al FBI, porque de la hora que habían hablado, cincuenta minutos estuvieron preguntando por mí, para buscar cómo joderme.

Dentro de estas maniobras tras bambalinas que nos cuenta que hubo durante la Tregua, ¿qué papel desempeñó el fiscal general Luis Martínez?
Yo creo eso de que las imágenes valen más que las palabras. Cuando destituyeron como ministro de Seguridad a David Munguía Payés tras el fallo de las Sala de lo Constitucional, las primeras fotografías que el ministro Perdomo procuró que le tomaran fue de él rodeado por la embajadora estadounidense Mari Carmen Aponte y por el fiscal Luis Martínez. ¡Eso es un mensaje! Por ahí tengo guardada esa imagen.

¿Usted diría que, al menos en el tema de la Tregua, el fiscal general ha sido un operador de los intereses de Estados Unidos?
Operador… no sé, pero la postura que el fiscal ha tenido en contra del proceso ha sido congruente con la posición de la Embajada de Estados Unidos en El Salvador.

¿Y Ricardo Perdomo?
Lo mismo.

Usted ha identificado el discurso de Sánchez Cerén en enero como el portazo final del gobierno. ¿Diría que el paro de buses nacional simboliza el portazo de parte de las pandillas?
No. Por lo que yo sé, para el primer día de paro en el transporte sí era una acción coordinada por todas las pandillas, pero el resto de días esa acción solo lo respaldaron los 18-Revolucionarios. Por eso no creo que sirva de símil, porque no participaron todos los grupos. Fue un hecho fuerte, pero no necesariamente una respuesta al discurso del presidente Sánchez Cerén.

¿Hay una acción o un evento que represente ese portazo de parte de las pandillas?
No creo... Lo que veo es un proceso en escalada de los niveles de confrontación entre las pandillas y el Estado. Y se refleja en que en los últimos tiempos han aumentado los enfrentamientos y las bajas de un lado y de otro.

La Tregua tenía dos componentes: el cese de hostilidades entre las pandillas, y los compromisos de estas con el gobierno. Cuando esto último desaparece, ¿los acuerdos entre ellas también?
No. Terminado el proceso yo los he visto actuando en algunos aspectos juntos. Por lo menos coincidiendo en pensamiento, aunque en el terreno se den los niveles de enfrentamientos que hay, pero a niveles más estratégicos sí hay más coincidencias hoy que antes del proceso.

Cuando dice que hay 700 estructuras en la pura anarquía, ¿eso quiere decir que los líderes que dieron la cara durante la Tregua ya no tienen el control?
No me atrevería a decirlo así; diría que ya no hay proceso de paz, y entonces tampoco hay discursos tendientes a reducir la violencia de parte de los palabreros.

La duda era si la matazón actual es por el debilitamiento de las ranflas o, por el contrario, porque están ordenando que se desate la violencia.
Ahora hay más autonomía... porque ya no tenés el nivel de incidencia de las cúpulas de las pandillas con los actores territoriales buscando resolver problemas, eso ya no lo tenés, y ahora nadie les está pidiendo que disminuyan violencia. Con las pandillas, cuando no hay alguien con autoridad que te llame la atención y que te diga que no hagás eso, automáticamente está avalando lo que vos hacés.

¿Puede desarrollar esa idea?
Antes lo que sucedía era que, debido al proceso, había un mayor nivel de centralización, que incluso permitía identificar cuando alguien se saltaba, en su propio lenguaje, la yarda (cometía una falta). Hoy como hay más flacidez y más autonomía en la forma de actuar, lo que hay es un vacío de dirección; no se llama al orden porque no siente necesidad de llamar al orden.

En esa anarquía que usted señala, ¿cómo cuaja la idea de la ‘Mara 503 ’, una estructura superior que en teoría aglutinaría a dieciocheros y emeeses? ¿Cómo es posible que dé crédito a esa idea con 700 clicas desatadas y con odios mutuos arraigados durante décadas?
Primero hay que decir que eso es una iniciativa ¡de ellos! No sé si has visto los videos que han estado sacando en Youtube donde han estado llamando al rollo este de las pandillas unidas, que es la expresión de ese debate: “Aquí nos están enfrentando de la misma manera y es necesario unirse”.

Esos videos chocan contra una realidad: que siguen matándose entre ellos.
Sí, pero el hecho de que ya se esté dando esa discusión es cualitativamente importante, porque eso puede transformar radicalmente todo este fenómeno que viene evolucionando y mutando. ¿Hacia dónde muta esto? Hacia un conflicto que cada vez más va teniendo símiles políticos, que antes no tenía pero hoy sí. No sé si se han fijado en mucho del discurso que hoy tienen algunos grupos pandilleriles ¿no han sentido más clasismo?

Hay gente del gobierno que le responsabiliza por algunas acciones que tienden a ese punto: que usted es una especie de asesor político y estratégico de las pandillas.
[Ríe] Por el conocimiento que la historia me permitió tener del fenómeno de las pandillas, he desarrollado una capacidad que no tenía, y es la de presagiar hacia dónde evolucionan las cosas en este tema. Me acuerdo cuando ustedes me preguntaban qué pasaría si ese volado fracasaba... ¿y qué dije?

Qué iba a haber muchos más asesinatos.
¡Es lógica simple! Debería verse en sentido proactivo: he venido profetizando qué va a pasar de seguir en la dirección equivocada. ¿Por qué? Porque desafortunadamente, sobre algunos, yo tengo una ventaja: yo ya viví un conflicto enterito, y sé cómo evolucionan las cosas. Algunos han dicho: “Este lo que está es diciéndole a las pandillas qué tienen que hacer”, pero no. Simplemente mi experiencia me lleva a vaticinar hacia dónde van las cosas, porque son experiencias que ya viví. ¿Con qué propósito lo he hecho? Para tratar de sensibilizar a los que tienen poder de decisión, para que reflexionemos en el sentido de que no es cierto que vamos en el camino correcto.

¿Usted cree que el gobierno no puede ganar la guerra de baja intensidad declarada a las pandillas?
En guerra se manejan diferentes conceptos de victoria, y hay uno que es el de victoria pírrica. Es cuando tú, para obtener un resultado, has pagado una cuota mucho mayor que lo que ganaste; por supuesto que la acción del genocidio puede, de alguna manera,...

Genocidio son palabras mayores…
Tenemos 700 muertos cada mes.

Pero muchas de esas víctimas las generan los propios pandilleros.
Pero como país estamos teniendo esos muertos.

Genocidio solo puede ser cuando un Estado elimina masivamente a sus ciudadanos, y eso no está pasando.
Para mí genocidio es el hecho de que en un período corto se muera una enorme cantidad de personas por una misma causa. Si a mí en cinco años me dicen que han disminuido los niveles de violencia en el país y que los asesinatos diarios han bajado a un promedio de 6 o 7, pero que para lograr eso hubo que haber pagado una cuota 30,000 o 40,000 salvadoreños muertos, yo cuestionaría ese concepto de victoria.

Muchos creen que los pandilleros no son rehabilitables ’, y de hecho ponen la Tregua como ejemplo para argumentarlo, porque ese momento de distensión lo usaron para ganar presencia territorial, para consolidarse como estructuras...
Ese es un argumento de los detractores, pero no es cierto.

¿Que no ganaron presencia territorial?
¡N'ombre! Lo que hizo la Tregua fue poner al descubierto una verdad que estaba oculta.

Las pandillas ya eran lo que son, pero durante la Tregua, sobre todo en el área rural, se instalaron en sitios en los que antes no tenían presencia.
No es cierto. Sostuvimos el reclutamiento, no crecieron las pandillas en ese tiempo. Les bajamos mucho de los ingresos económicos por la vía del delito y la extorsión, les quitamos armas... Que se fortalecieron como actor político, ahí sí puedo asentir, porque obviamente durante todo ese período fueron un actor político, pero en los otros aspectos lo que yo siento es que el proceso lo que hizo fue poner al descubierto.

¿Cree que el pandillero, como pandillero activo, es ‘rehabilitable’?
Por mi experiencia te digo que sí.

¿Rehabilitó a muchos usted?
¡Yo soy un rehabilitado! A muchos no les gusta esto, pero yo viví la experiencia del desmontaje de las estructuras militares del FMLN y había mucha gente a la que yo hubiera podido calificar como que ya se había transformado por la guerra misma, y muchos de ellos se rehabilitaron y muchos de ellos viven tranquilamente, trabajan honradamente incluso en los mismos Estados Unidos.

Insiste en hacer el símil con el FMLN, pero la cosa es que la guerrilla se desarmó como estructura militar…
Y es lo que queríamos hacer con las pandillas.

¿La apuesta de la Tregua era caminar hasta desarticular a la MS-13 y a los dos Barrio 18?
No, la idea era que renunciaran a la violencia. Siempre hice esa diferencia, porque yo digo que se equivoca el que viene con la idea de desarticularlos como estructuras, desmontarles su esquema, su forma de ver la vida, porque esa es ya una subcultura.

Usted se imagina a la Mara Salvatrucha convertida en... ¿qué? ¿En una asociación o en qué? Ustedes, la exguerrilla, se convirtieron en partido político, ¿La MS-13 pasaría a ser qué? ¿Partido político también?
Si no hacen violencia, yo me preguntaría ¿¡por qué no!? Si el problema aquí es el problema de la violencia, que es lo que hay que trabajar para que este tipo de grupos renuncien.

Pongamos que se lograra... Hay un tipo de violencia que va más allá de matar, que implica las relaciones de poder dentro de las comunidades. Por ejemplo, cuando las madres y esposas de los reos van en autobús al penal de Ciudad Barrios, levantan al resto de pasajeros para tomar ellos sus asientos. Esa relación ya distorsionada de convivencia, ese trono en que se han subido las pandillas, ¿cómo se puede desmontar?
Con mucha inteligencia emocional. Yo fui en algún momento, entre mis locuras, partidario de la idea de que había que convertir a una buena parte de la estructura de la pandilla es una especie de agentes auxiliares de seguridad comunitaria, algo que permitiese darle vuelta a la tortilla: pagarles para que propiciaran seguridad en los territorios.

La Mafia italiana cobraba para dar seguridad, aunque la realidad era que cobraban para no joderte. Si el Estado paga a los pandilleros a para que sean agentes de paz, ¿no estaría pagando en realidad para que no jodieran a la gente?
¿Y si estuvieran bajo la jurisdicción de la PNC?

¿¡Convertir pandilleros en policías!?
En auxiliares. Te lo digo porque la mejor experiencia que tuvimos en reinserción de excombatientes son los que metimos en la PNC.

No es lo mismo. ¿Cómo una sociedad como la nuestra va a digerir lo que estás proponiendo?
Si el resultado es positivo, se digiere.

La Tregua disminuyó los homicidios a más de la mitad durante 15 meses, y el salvadoreño promedio odió ese proceso y lo odia a usted.
Porque los medios de comunicación, incluyendo a El Faro, decían que la cosa era igual, que no había cambiado nada… ¡pero habíamos bajado de 14 asesinatos a 5! Jamás se le quiso reconocer el mérito al proceso. Si vos no das el beneficio de la duda... ¡el proceso recién lo estábamos comenzando! No se le dio la posibilidad de que se desarrollara.

Volviendo al punto original... ¿cree que el diálogo como opción es imposible de retomar?
Eso es la conclusión a la que yo he llegado: ¿por qué tomo la decisión esta de ya no estar enfrascado en buscar la alternativa de paz en el corto o mediano plazo? Porque llegué al convencimiento de que ya no hay capacidad nacional, con actores nacionales, de encontrar una salida a este problema. Siento que nos hemos polarizado demasiado, y que de alguna manera nos hemos satanizado entre nosotros mismos, y que el mismo Consejo terminó siendo un fantoche que para lo único que ha servido es para justificar y legitimar la acción represiva del gobierno en el último año. Por eso cobra fuerza la idea de que tengan que ser actores internacionales los que busquen o contribuyan a buscar soluciones.

En la práctica, ¿qué significa que ya no se te considere vocero del proceso?
Significa que este espacio desde el que yo he estado trabajando los últimos años es un espacio que ya no va a ser utilizado en esta dirección; de hecho, estoy entregando esta oficina, ya no se va a convertir esta acción en mi prioridad, porque voy a atender otros temas: voy a apoyar un proceso de paz donde no hay apriorismos que impidan la búsqueda de la paz: el proceso de Colombia.

¿Ya está en ello?
Ya estoy trabajando en esa dirección y creo que es una excelente oportunidad. Me parece que lo que ahí se está construyendo debería de ser modelo. Estar pensando en una acción unilateral, como la que pretende impulsar la iniciativa de ley para reinsertar a las pandillas... se corre el peligro de que eso se quede en gritos mediáticos, porque quien te tiene que tomar la palabra es el pandillero activo, ¿o no? Y si no lo estás tomando en cuenta y ni siquiera querés hablar con él, ¿cómo vas a hacer para que él pudiera tomar la decisión de acceder a los beneficios de la ley? Es demasiado ingenuo pretender que un conflicto solo una parte determina las reglas. También empezaré a dedicarle parte de mi esfuerzo a un tema del cual yo me había retirado voluntariamente: la política. Hoy sí estoy convencido de que el país necesita verdaderas opciones políticas que cambien esta realidad.

¿Un partido político?
Estoy pensando, estoy intercambiando esta idea con algunos amigos míos que comparten mi tesis, y creo que eso va a ser parte de mis próximos esfuerzos. Vamos a trabajar en construir una alternativa que le resuelva dos cosas a la población: resolverle el problema de la violencia, ¡y eso nosotros sabemos cómo hacerlo! Y dos, resolver el problema de la pobreza, pero no con socialismos. El socialismo no ha resuelto la pobreza a nadie a lo largo de la historia de la humanidad. La pobreza se resuelve generando riqueza y eso vamos a proponer.

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