Durante la última semana de octubre y la primera de noviembre han ocurrido una serie de acontecimientos –en apariencia inconexos– relacionados con las pandillas y la violencia en el país que cuando se analizan en su conjunto no cuesta hallarles cierta lógica.
El martes 27 de octubre las calles de San Salvador acogieron una peculiar marcha, integrada en su mayoría por familiares de pandilleros y personas de su entorno social. Marcharon desde distintos puntos de la ciudad vestidos de blanco. Al final del evento, los convocantes –religiosos de distintas denominaciones– hicieron un sonoro llamado a las pandillas para que abandonaran la violencia, siquiera de manera momentánea, como gesto de buena voluntad.
El miércoles 4 de noviembre las redes sociales se vieron sacudidas con la repentina aparición de tres comunicados firmados uno por la Mara Salvatrucha; el otro por el Barrio 18-Sureños; y el tercero, por la 18-Revolucionarios. Las palabras elegidas en cada panfleto eran distintas, pero en esencia los tres barrios aceptaban el llamado de las Iglesias, y se comprometían a replegarse y a evitar todo tipo de acciones violentas contra la ciudadanía.
En los diez primeros días de noviembre el promedio diario de homicidios es 14, mientras que en el trimestre inmediatamente anterior se promediaron 25 asesinatos cada día.
El sábado 7 de noviembre, el presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, se alejó por primera vez en mucho tiempo del discurso de la intransigencia absoluta en cuanto a la posibilidad de que se abran vías de diálogo con las pandillas. “Todo aquello que busque la paz y la tranquilidad del país tiene el respaldo y el apoyo del gobierno”, dijo en un evento público en la ciudad de Santa Ana.
En todos estos acontecimientos está involucrada la Iniciativa Pastoral por la Vida y la Paz (IPAZ), un grupo creado a mediados de 2014 para respaldar la Tregua puesta en marcha durante la Administración Funes, que aglutina a diferentes denominaciones religiosas, y que en la actualidad trata –contra el clamor popular– de restablecer el diálogo con los pandilleros como herramienta para afrontar los problemas de violencia que están desgarrando con bríos desmedidos la sociedad.
El presidente de IPAZ es Medardo Gómez, máximo representante de la Iglesia luterana en El Salvador. En este contexto, sus palabras pesan más que de costumbre.
Cada vez son menos voces las que se atreven a pedir que se dialogue con las pandillas para tratar de aliviar la situación de violencia. IPAZ lo hace. ¿Por qué?
La Iglesia luterana tiene una larga historia de participación en procesos para la construcción de la paz. En el Nuevo Testamento encontramos el consejo de que el único camino para la paz es el diálogo, y se pide incluso que se busquen testigos cuando no hay acuerdo, y que incluso se forme todo un proceso. A eso le hemos apostado desde tiempos de la guerra, y ya vivimos una experiencia parecida a la actual a finales de los ochenta, cuando proponíamos diálogo y muchos se preguntaban cómo el gobierno iba a dialogar con delincuentes, con criminales, con terroristas… Por mucho tiempo el diálogo con la guerrilla fue algo inaceptable, pero nosotros insistimos, insistimos, y al final se dialogó. Ahora nos preocupa la violencia y por eso nos involucramos. Yo personalmente estuve visitando a los líderes de las pandillas en las cárceles.
¿Hace cuánto de eso?
A principios de este año, poco antes de ser trasladados al penal que llaman de Zacatraz [el regreso a Zacatecoluca de los líderes de las pandillas MS-13 y Barrio 18 –Sureños y Revolucionarios– ocurrió el 19 de febrero de 2015]. Fui con otros hermanos, y ellos nos dijeron: “Intercedan para que no nos trasladen porque, si nos trasladan, van a crecer los asesinatos”. Y yo les pregunté: “¿Quiere decir que ustedes van a ordenar más asesinatos?” Y respondieron: “Lo que nos preocupa es que se ha logrado cierta organización, y al encerrarnos a nosotros va a haber un descontrol de mando, y afuera hay gente más loca que nosotros”. Así lo dijeron.
Eso podría considerarse un chantaje.
A mí me preocupó esa advertencia, porque lo que nos interesa es que cese tanta muerte. Nosotros no estamos a favor de las pandillas, y eso es algo que la gente no entiende. Muchos creen que llamar al diálogo es defender a las pandillas, y no es así. Después de aquellas visitas, yo me preocupé tanto que pedí audiencia al ministro de Seguridad [Benito Lara], y le dije: “No los traslade todavía”. Pero me respondió que ya había órdenes directas del señor presidente, y me invitó a que hablara con él. Yo traté de hablar con el presidente Sánchez Cerén, pero es difícil que él atienda una reunión así. No fue posible. Y quise hablarle porque lo que más nos interesa a nosotros es ser trasparentes.
Eso es lo conveniente en estos procesos.
Eso estamos tratando de hacer como IPAZ. En el Consejo [el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia], el fiscal siempre dice que él no está de acuerdo con dialogar con delincuentes, terroristas, pero yo en ese foro he dicho muy claro que las Iglesias creemos que el diálogo es el único camino. Yo no me explico, dije un día delante de todos, cómo hay gente que yo veo razonable pero que no entiende que el único camino es el diálogo. En el Consejo nos dicen que respetan el papel de las Iglesias, pero no están por el diálogo como vía para resolver la violencia.
Cabal, porque no se trata nomás de la postura del señor fiscal general. Son mayoría las voces del Consejo que se sienten más cómodas con la vía represiva.
Por eso nuestra insistencia. Si no nos arriesgamos, si no hacemos lucir la verdad, parece que nadie lo hará. Y tenemos alguna señales positivas. IPAZ es ahora el movimiento ecuménico más grande de El Salvador, lo que nunca habíamos logrado. Las Iglesias históricas siempre hemos estado unidas, pero somos un grupito pequeño. Me refiero a las Iglesias anglicana, luterana y calvinista, que es la equivalente de los presbiterianos, y una cuarta, la Iglesia bautista, pero muy diferente. Esas cuatro hemos caminado casi siempre juntas, y siempre nos criticaban los hermanos evangélicos y los hermanos católicos, pero qué emocionante ha sido para nosotros que el tema de la paz nos uniera en IPAZ. Ha sido algo extraordinario comprobar que tenemos mucho en común.
Filosóficamente es difícil oponerse a su postura: ¿cómo oponerse a la paz? Pero ¿tienen ustedes alguna hoja de ruta para sistematizar ese diálogo con las pandillas?
Lo primero es platicar, abrir confianza. No se puede dialogar si no hay confianza entre las partes. Y ese es nuestro principal interés ahora, que haya una apertura que nos permita platicar primero con los líderes en los territorios.
¿Reunirse en las principales canchas en lugar de con los voceros a escala nacional?
En cada territorio. Ellos prometieron bajar los asesinatos en los comunicados que firmaron [los tres que se hicieron públicos el 4 de octubre], y sin embargo siguen ocurriendo. Dicen que han bajado a diez [el promedio en los primeros diez días de noviembre es 14 diarios], pero nosotros queremos que sea aún más evidente, y a los pandilleros les hemos pedido que no nos vayan a dejar en ridículo, que si han dicho que dejarán de matar por respeto a Dios y a las Iglesias, que lo cumplan.
¿Esas conversaciones con las pandillas en la libre ya iniciaron?
Es algo que tenemos que hacer. Hasta ahora nos hemos comunicado a través de familiares. Pero dentro de IPAZ hay una red grande pastores, con un trabajo muy intenso desde hace años en las cárceles y en los territorios.
¿IPAZ tiene en al actualidad acceso a las cárceles?
Así como lo teníamos hace uno o dos años, no; también porque los principales palabreros están en Zacatraz, y ahí sí que no dejan entrar ahora.
¿Han solicitado en los últimos meses acceso al penal de Zacatecoluca?
No, pero ahora es buen momento para pedirlo. Me agradó que el sábado [se refiere al 7 de octubre, en el Festival de Buen Vivir celebrado en Santa Ana], el presidente Sánchez Cerén agradeció el trabajo de las Iglesias. Yo siento que poco a poco estamos abriendo brecha.
¿Siente una flexibilización en el discurso del presidente?
Sí. Meses atrás llegó a decir que no estaba de acuerdo con los que proponen diálogo, y ahora es otro el discurso, aunque nunca van a poder decirlo claro porque ahora está esa ley que llaman terroristas a los pandilleros, y con eso pueden llevarse a cualquiera del que digan que está ayudando a los pandilleros. Lo que está claro es que si no participa el gobierno, no se podrá caminar por la vía del diálogo, porque al menos nos tienen que abrir las puertas para platicar en las cárceles. Esa es nuestra esperanza: tocarles el corazón, la conciencia, y que cambien.
¿Usted ha notado un cambio de actitud en el gobierno en las últimas semanas?
Uno quizá peca pensando, ¿verdad? Pero creo que el gobierno está maniatado por la voluntad de Estados Unidos. La ayuda que Washington da al país tiene condiciones, y de ahí se explica que llevaran a los líderes al nuevo sector de la cárcel de Zacatecoluca, que es infrahumano, pero que se construyó con dinero de Estados Unidos.
Desde hace seis años gobierna el FMLN. ¿Cómo se explica que Estados Unidos intervenga en las políticas públicas en el área de seguridad?
Parece una contradicción, ¿verdad? Es triste comprobar el poder que tiene el dinero, pero esa influencia ahí está, y es lo que pasa en casi toda América Latina.
Asumamos que Estados Unidos tiene cierto poder de influencia sobre el gobierno, pero en el Consejo las voces contra el diálogo no se limitan a las gubernamentales.
El Consejo solo es consultivo; no olvidemos eso. Pero sucede lo mismo. Cuando asisto a las reuniones, lo hago para dar mi voz y darme cuenta de lo que se discute, pero es nomás una organización que solo es de consulta, y muchas cosas las aprueban en mesas de trabajo. Ya me ha pasado de cosas que yo ni cuenta me di que se discutieron, y luego leo en los medios que el Consejo las aprobó.
¿Usted cree que el Plan El Salvador Seguro es un buen plan?
El problema es que mientras el Gobierno no genere confianza entre los jóvenes que están en esas comunidades, ellos ni se van a acercar. Nosotros, las Iglesias, somos la esperanza para que los jóvenes se interesen, pero primero hay que ganarse su confianza, y hablar para que incluso se entreguen si tienen deudas con la ley, porque ellos saben que el que la hace la paga. Nosotros jamás estaremos de acuerdo, y eso lo hemos hablado con ellos, en que los pandilleros se constituyan en un grupo político, con aspiraciones a ocupar puestos.
¿A qué se refiere ahora cuando dice que han hablado con ellos?
A que hemos hablado con representantes, incluso con ellos directamente, a través de proyectos productivos que hermanos evangélicos integrados en IPAZ tienen con pandilleros. En algunos territorios los pandilleros ya han dejado de extorsionar, pero a cambio de que les ofrezcan oportunidades para generar ingresos.
Un pregunta muy directa y muy concreta: ¿ el problema de violencia en El Salvador se puede arreglar sin dialogar con las pandillas?
No. No se puede. Ellos son los victimarios más importantes en esta sociedad, aunque también están los grupos de exterminio, que están asesinando mucho, y la misma autoridad está cometiendo abusos, incluso contra jóvenes que ni siquiera son pandilleros; los maltratan y luego por eso deciden hacerse parte de las pandillas. Violencia engendra violencia.
¿Hasta cuándo va a seguir IPAZ legitimando al gobierno con su presencia en el Consejo? Porque van 13 meses y el gobierno no parece receptivo a sus planteamientos.
El Consejo es uno de los lugares en los que debemos demostrar nuestra persistencia. Es mejor estar dentro que fuera, teniendo la franqueza, hablando sin miedo, diciendo lo que uno piensa. Eso es lo que hacemos. Entre nosotros ya hemos platicado si vale la pena retirarnos, pero consideramos que estando ahí tenemos la oportunidad no solo de que nos escuche el gobierno, sino también los otros sectores.
Las pandillas son estructuras asesinas que han decidido escalar la violencia y afectar sobre todo a la gente más pobre a través del miedo. Explique a los lectores de esta entrevista por qué IPAZ cree que vale la pena sentarse a dialogar con ellos.
Yo ya no leo los comentarios de los lectores en los medios, porque la mayoría solo insulta. Hay un gran odio que parece que vuelve inaceptable platicar con las pandillas, ya no se diga negociar. Hay una gran indignación en la sociedad. A nosotros las pandillas nos han matado a dos pastores. De nuestras comunidades, hay familias asesinadas; en Aguilares nos mataron a toda una familia. Es doloroso, también nos llena de resentimiento, pero como Iglesia luterana tenemos que considerar a los delincuentes no solo como criminales, sino como hijos de Dios. El evangelio dice: no he venido por los justos ni por los sanos, sino por los pecadores. Creemos que, por muy duro que tengan el corazón, tenemos fe de que podemos tocarles su conciencia para que cambien.
¿Esa es toda la apuesta, obispo? ¿Tocarles la conciencia? ¿Cree que puede convencer a una sociedad civil hostil al diálogo si su apuesta es tocar la conciencia a los pandilleros?
Ustedes mismos han visto ese cambio leve en el gobierno, y el discurso del presidente; así damos testimonio nosotros. También la población puede creer en nosotros si la gestión que estamos haciendo da resultados. Esa, de hecho, es nuestra gran preocupación en este momento: que no resulte y quedemos mal con la población.
Las pandillas han hecho y siguen haciendo mucho daño, y el resentimiento en la sociedad es muy alto.
La gente resentida para mí tiene razón. Desgraciadamente somos un pueblo que ahora está cargado y necesita a alguien en quien descargar toda la indignación, el enojo, la cólera y el resentimiento. Yo me he quedado paralizado cuando he leído una página que se llama ‘Héroe Azul’... uuuy... me insultan... bueno... hasta me amenazan y dicen: “A este viejo hay que matarlo”.
En sus palabras hay optimismo y esperanza, ¿pero cómo encajan en una coyuntura que es de las más explosivas que hemos vivido como país?
Como IPAZ hemos abierto una oficina para recibir denuncias y quejas de la población. Hay abusos de las pandillas, pero lo que nos extraña mucho es que la mayoría de las denuncias son por abusos de las autoridades. Se ha llegado a un momento como que estuviéramos viviendo una guerra, los desplazados están surgiendo. Por eso en las peticiones que les hacíamos a los pandilleros era que se detengan los desalojos y que permitan que la gente circule con libertad, lo cual aún no puede hacerse.
Hablemos de la marcha del 27 de octubre.
Fue una iniciativa de IPAZ, pero por supuesto que se convocó bajo el plan de que iban a asistir familiares de los pandilleros; eso se había coordinado a través de las iglesias. Por ejemplo, en el sector de La Campanera, los hermanos evangélicos nos informan que hay comunidades enteras que tienen relación con la pandilla, podría decirse que la comunidad entera es pandillera, y por eso los que se congregan en las iglesias tienen algún tipo de relación con las pandillas.
¿La acogida del gobierno hacia la marcha cómo fue? En principio, lucía como un evento incómodo dentro de su actual estrategia de represión y manodurismo.
Solicitamos los permisos respectivos y pedimos ayuda a la Alcaldía de San Salvador. La alcaldía ahora ha hecho una sabia decisión: ha abierto una oficina que se llama Casa de Valores, que trabaja con las iglesias, y por medio de esa oficina la alcaldía nos dieron el agua que se repartió ahí, nos dieron el toldo, la tarima y la energía del parque, y en el recorrido no nos acompañó la Policía Nacional Civil, sino que el CAM. El CAM iba dando seguridad.
¿Y el gobierno?
La PNC nos quiso reprimir. No de llevarnos a la cárcel, porque no se llevó a nadie, pero sabemos que detuvieron ocho buses que venían de La Unión, de Usulután y de San Miguel. No los dejaron pasar. Esperábamos reunir a unas 5,000 personas, y creemos que al final alcanzaron a llegar tal vez unas 2,000. Creemos que se debió a que hubo ese hostigamiento, y mucha gente que quería llegar a participar no lo hizo.
Hemos escuchado que existe interés en involucrar al papa Francisco en un proceso de pacificación en El Salvador, bajo la idea de que la única posibilidad de reavivar un proceso de pacificación sería con figuras externas de prestigio, como el papa.
Yo miraría hasta en una forma celosa la participación del papa Francisco, con todo su poder espiritual, pero es que IPAZ sí puede. Y la contribución del papa sería una ayuda. Pero nosotros, si contáramos con una apertura de parte del gobierno, le digo que podríamos en una forma más seria, más fuerte y más segura construir este proceso. Pero habrá que construirlo.
¿Tiene una opinión del papel de la Iglesia católica en este proceso?
Es interesante cómo en las Iglesias y en nosotros mismos, los dirigentes de las Iglesias, nos dejamos llevar por las pasiones y los defectos y errores que tiene el ser humano. Yo creo que si la Iglesia católica en pleno, con todo su poder, hubiera apoyado la Tregua, eso habría tenido mejores resultados, pero entre los propios obispos católicos hubo choques. Algunos creyeron que monseñor Fabio Colindres estaba ahí para ser candidato a cardenal (ríe) o algo más, y yo siento que el hombre lo que hace lo hace con carisma. Tengo informaciones de parte de los mismos presos que me dijeron que él les hizo renacer la esperanza, porque les trataba no como criminales, sino como seres humanos. Eso me dijeron los presos. Pero si la Iglesia católica se hubiera puesto al servicio de un proceso así, la Tregua habría dado buenos resultados, y ahora por eso es la pregunta sobre la participación del papa, aunque los que estamos más involucrados somos IPAZ. La intervención de Francisco quizá sería una forma de justificar que la Iglesia católica de pleno se incorporara en el proceso; así lo podrían justificar.